Inteligencia que intimida

Encuentro la inteligencia en todas sus formas muy atractiva, con una sola excepción: en los edificios. Pensaríamos que la sapiencia es una capacidad exclusiva del género humano y tal vez de ciertos animales, pero resulta ser que algunos humanos han diseñado edificios incorporando todo tipo de tecnología para que estos sean más eficientes. Yo no sé los demás, pero para mí es un problema.

El otro día llegué a uno de estos edificios para encontrarme con mi hermana y acompañarla a una cita. Eso allá adentro parecía Hong Kong; tan grande y desarrollado que no sabía ni hacia dónde dirigirme. Pero encontré la mesa de información, donde me tomaron los datos y me dijeron que mirara hacia la cámara. No tuve ni chance de peinarme para salir decente ni sonreír cuando apretaron el clic. Da lo mismo, porque igual salí pareciendo una mutante en el papelito térmico que debía portar en mi calidad de visitante.

Me dirigí hacia el ascensor, pero antes debía deslizar el tiquete por un sensor para abrir unas puertitas que me permitieran pasar. La cosa es que había como seis u ocho de estos aparatos y no sabes cuáles son para entrar ni cuáles son para salir. Seriamente me estoy empezando a sentir como una inepta.

Un señor que trabaja ahí me indica “¡Ese no! ¡El de al lado!”. Así que me voy al de al lado. Pongo el tiquetito una vez, dos veces y nada. Me pongo a pensar cuál es la ciencia de pasar un tiquete por un sensor, qué tan inteligente debo ser yo para dominarlo, pero en eso llega el señor al rescate y a él sí le pasa al primer intento. Es en momentos así que te das cuenta de que por más refinada que te veas y más sofisticada que te sientas, igual hay cosas que te van a hacer dudar de tu desenvolvimiento en el mundo real.

El siguiente obstáculo: llamar el elevador. En los edificios comunes solo tienes que apretar un botón para subir y otro para bajar. Pero en estos tienes que introducir el piso al que vas en una pantalla digital y aguardar el ascensor específico que te va a llevar a tu destino. Sé que no suena difícil, tal vez sea por la falta de costumbre, pero ya a estas alturas estoy pensando en que me voy a dar la vuelta, irme para mi casa y que mi hermana se revuelque como pueda en su cita. Pero prevalece mi amor fraternal, y ahí me quedo.

Es en días como estos que extraño a las personas. Como que los aparatos están reemplazando a la gente, y llego a la conclusión de que no son los extranjeros los que se están llevando los trabajos, sino las máquinas. ¡Eso es lo que deberíamos reclamar! Los edificios inteligentes son un ejemplo. Otro es cuando tienes que llamar a algún lugar para alguna cosa, y terminas escuchando una voz automatizada que te manda a marcar 11, después 4, después 2 y luego 0, para que no te resuelvan nada.

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