La ilusión, la mejor gasolina

¿Alguna vez se han puesto a pensar qué es lo que mueve sus días? ¿Qué los motiva a pararse todas las mañanas y vivir sus vidas? ¡Por favor, no me contesten que el despertador!

Por muchos años viví la mía por inercia. Haciendo lo que debía o se esperaba de mí. Claro, eso es importante y un motivo muy válido, en especial cuando somos adultos y tenemos responsabilidades o personas que dependen de nosotros, como hijos, padres, subalternos o demás.

Pero no siempre fue así. Cuando somos más jóvenes todo es motivo de ilusión. Cada nuevo año lectivo crea anticipación, al igual que salir de vacaciones, que te inviten a tu primera cita, ir a una fiesta, contar las semanas para que te quiten los frenos, terminar la escuela, ir a la universidad.

Supongo que si remontamos más atrás, hasta las cosas que no recordamos fueron motivo de emoción para alguien: primero tus padres esperaban con ansias que nacieras, luego que gatearas, después que caminaras, y más tarde que entraras a la escuelita. Cada día tenía el potencial de tener algo extraordinario.

Pero a medida que crecemos, cada vez las ilusiones se vuelven más distantes. Una vez que terminas tus estudios, las más sobresalientes son conseguir un buen trabajo, casarte y tener a cada uno de tus hijos. Y cuando ya hiciste todo eso, ya estás tan sumido en las responsabilidades de la vida adulta que la rutina te envuelve y el estrés te consume. Y sin darnos cuenta, en vez de disfrutar la vida, la vamos sobrellevando.

Así pues, pasa el tiempo, y según cuentan las personas que están más cerca de la línea de meta que de la de partida, llega un momento en que te arrepientes de no haber hecho más; vivido mejor. No sé qué pasa en las cabezas ajenas, pero voy a hablarles un poco de lo que sobrevino un día en la mía.

Estaba hablando con un psicólogo que me estaba ayudando a lidiar con ciertos temas (abro paréntesis para decir que las muletas existen para usarlas, y no hay pena en eso) y en un momento dado me dijo: “Sarita, ¿te das cuenta de que CADA vez que vienes acá, me hablas de los demás? Lo que han hecho o dejado de hacer. Es hora de que empieces a pensar en ti: tú qué quieres y tú que vas a hacer”.

Eso fue como decir “shazam!”. Y aunque me costó meterme en esa onda, una vez que lo hice mi vida cambió. Y aquí estoy.

Hay que encontrar la ilusión en cada cosa que hacemos, y hacerla con ganas. Pero seamos sinceros; eso no es suficiente. Así que ahora, cada vez que puedo, planeo algo que me llene de entusiasmo, que haga que los días pasen más lento y los disfrute más. No se confundan: amo viajar, ir a conciertos, hacer cosas diferentes y salir de lo ordinario. ¿A quién no? Pero me ilusiono igual con cosas más sencillas: saber que el sábado voy a ir a comerme un helado con todos los toppings que me quepan en el vaso, que el domingo voy a dormir hasta tarde, y que durante la semana iré con mis hijos al cine. También me ilusiona hacer cosas bonitas por los demás, en especial por la gente que me importa.

Las ilusiones no solo son buenas, sino necesarias.

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