Lovinsis 9.3.3

Es más buena que la madre Teresa, tiene más fe que un rabino, siempre sale al rescate como una madrina mágica y guarda secretos mejor que un app de secret folder en el celular.

Se trata de mi hermana menor. Yo no veo el parecido, pero la gente siempre nos confunde. Cuando estoy en el súper y alguien me saluda efusivamente y no tengo idea de quién rayos es, me digo “seguro piensa que soy Ariela”.

Lo cual es un gran honor. Si creemos que los modelos nuevos son los mejorados, ella, que nació tres años después de mí, es mi versión optimizada. Y aunque es menor, siempre ha sido más madura y responsable que yo.

Ilustro con un ejemplo: una vez nos fuimos de viaje. No conseguimos puestos juntas, así que yo iba sentada en la 11-B con un señor dormido de un lado y una señora medio amargada del otro. Mientras tanto, mi hermana estaba en la 11-F, hablando felizmente de sepa uno qué cosas con sus vecinos de asiento. Yo no distinguía la conversación, pero la escuché riéndose, hablando de ollas (¿?) y exclamando frases como “¡Qué bellas sus hijas!”, y “Ay, ¡escuché que Venezuela es lindo!”. La verdad no puedo creer que seamos hermanas. Yo jamás me pondría a ver las fotos de hijos de extraños en un avión, ¡y mucho menos darles cuerda! Yo me pongo audífonos, aunque estén apagados, para que nadie me moleste. ¿Será que por eso ella es la más querida y llevadera de las dos?

Hace tiempo la apodé “la bandera» porque todo el mundo la saluda. No exagero cuando digo que un día nos estábamos marchando juntas de un evento, cuando paró a hablar con alguien. Un minuto, cinco, diez… Soy impaciente y ya estaba chasqueando mis pies en el piso. Cuando por fin terminó su tertulia le pregunté: “¿Quién es esa señora?”, y me contestó: “¡No sé!”. Le dije: “¿Cómo que no sabes? ¡Acabas de tener una conversación de 15 minutos con ella!”. Su respuesta fue: “No sé quién es, pero siempre me saluda…”. Desde ese día ya no camino más adelante de ella. O camino al lado o atrás. Ya no cojo el chance de voltearme y darme cuenta de que estoy hablando sola, porque se quedó 20 metros atrás platicando con una desconocida.

¿Ven? Es súper buena gente. Me salvé porque es mi amiga, mentora, confidente y ocasional alcahueta. Es a quien molesto para cosas triviales, como pedir opiniones, y la que sale al rescate en momentos de crisis, como la vez que se me inundó la casa. Hasta mis hijos aman a la tía Ari.

No siempre fuimos tan unidas. Cuando éramos chiquitas jugábamos y peleábamos por igual. No me invitaba a las fiestas con sus amigos imaginarios, y de adolescentes yo la botaba del cuarto por lo menos una vez a la semana. Hasta las greñas nos jalábamos.

Hoy en día la llamo para todo, y aunque siempre está ocupada, igual me coge la llamada (tal vez al tercer o cuarto intento) para escuchar mis mismas quejas y mis mismos problemas. De vez en cuando la sorprendo con algo nuevo, pero ya ni levanta una ceja, jajaja…

Escribo esto y me río sola. Ella un día se autoproclamó de relajo con el apodo de Lovinsis, y lo cuento ahora porque está hoy de cumpleaños. ¡Hasta los 120 hermanita querida!

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