el café con teclas
Pesadillas con educación física
Ya pasó la fiebre olímpica. Este año no tuve chance de ver gran cosa, pero lo poco que vi me hizo admirar la disciplina, el compromiso, el esfuerzo y la capacidad de los atletas. Yo acá que nunca aprendí a hacer ni siquiera una medialuna.
Creo que ya les he contado varias veces que en la escuela no era amiga de los números. ¿Pero saben con quién me llevaba incluso peor? Con las clases de educación física. Nunca pude conciliar que esa fuera una materia obligatoria. No me parece ni justo ni correcto. Se supone que las escuelas deben ser ambientes seguros, no trampas mortales donde se desafíen las leyes de la gravedad y la naturaleza. Los seres humanos estamos diseñados para caminar con los pies. ¡No haciendo paradas de manos ni girando por el aire! ¿Se dan cuenta de lo mal que es ponerle nota a la gente por lograr desafíos como estos?
Eso era cuando dábamos gimnasia. En deportes, la palabra que salta a mi mente es chambona, y por eso cada vez que picaban equipos me escogían de última, y en la medida que fuera posible me ponían a calentar la banca. Pero no me tengan lástima. Prefería eso que cargar con miradas acusatorias porque el equipo perdió por mi culpa. ¡En mi grado había gente muy competitiva!
En béisbol me ponchaban a menudo. En voleibol una vez andaba distraída y la bola aterrizó en mi cara. Menos mal que no tuve secuelas ni estrés postraumático. Afortunadamente soy alta y mi puntería es medianamente respetable, así que en básquetbol metí mi par de canastas y encontré la redención. Lástima que eso duró solo un bimestre, pero al menos quedó establecido que no soy una incompetente deportiva total.
Yo tengo una pesadilla recurrente. Salí de la escuela hace más de 20 años y al día de hoy, de vez en cuando todavía sueño que mi uniforme de educación física se me quedó en la casa y la profesora Vielka está a punto de ponerme un 1.0.
Lo irónico de ese sueño es que a mí JAMÁS se me quedaba el uniforme. Yo lo llevaba a principio de año y se quedaba en su maletín, en el casillero de mi salón, todo el año. ¿Para qué me lo iba a llevar a la casa si me lo ponía solo una hora, dos veces por semana, y ni lo sudaba? Así que no entiendo de dónde sale ese sueño.
Ah, se me olvidaba. Tampoco sé correr. Me dirán que eso no tiene ciencia, pero cuando corro siento que me desbarato. (A los que ven Friend’s, algo así como Phoebe en el episodio en que a Rachel le daba pena salir a trotar con ella). Si algún día me ven corriendo, corran ustedes también, porque de seguro le estoy huyendo a algo.
Eres tan grafica en tu narracion que Es facil imaginar todas tus situaciones vividas ….llegas a ser genial …
JAJAJA SARITA!!!! MUY BUENOOO!!!!! LA BOTASTES DEJANDO EL UNIFORME EN LA ESCUELA….