el café con teclas
S.O.S. Ayuda
¿Se acuerdan del incidente con Harambe, el pobre gorila que tuvieron que matar en el zoológico de Cincinnati porque un niño trepó la reja y cayó dentro de su recinto, presumiblemente por un descuido de la mamá?
Cuando eso pasó, la indignación fue mayúscula, primero por la irresponsabilidad de la señora que dejó que a su hijo le pasara eso, luego por su reacción, que permaneció afuera, pidiendo auxilio, en vez de tratar de salvar a su hijo, y finalmente porque tuvieron que sacrificar al animal para poder rescatar al niño.
Para ser franca, creo que nadie puede decir con certeza qué haría en una situación así, a menos que haya pasado por ella. Conociéndome, creo que yo me hubiera tirado de cañón a recobrar a mi pelaíto. Pero pienso que si en vez de una jaula se hubiera caído al mar, y en vez de un gorila hubiera un tiburón, calculo que mi reacción fuera otra.
Pero puedo dar fe de algo: habría hecho algo, porque mi experiencia así me lo confirma.
Desde que mis hijos eran bebés siempre me preguntaba en mi cabeza si sabría cómo reaccionar y proceder en caso de que surgiera alguna emergencia. Gracias al cielo nunca tuve una propiamente dicha como para despejar la duda, hasta un día hace unos tres años…
Estábamos en la casa de los abuelos en la playa. Era un domingo después del almuerzo. Caminaba desde el bohío a la casa, cuando escuché un “¡Señora, señora!”. Era la nana de mis sobrinos con voz de terror. “¿Qué pasó?”, le pregunté alarmada, y me contestó señalando hacia la piscina “Salo, ¡se está ahogando!”.
Miré hacia la dirección en que apuntaba su dedo y en efecto vi a mi sobrino de seis años tratando de salir a la superficie del agua y volviendo a sumergirse en la parte medio honda de la piscina.
Le grité a todo pulmón “¡Salo, Salo!”, y a falta de una señal o respuesta me tiré al agua con zapatos, ropa y demás (ya estaba bañada y vestida, lista para regresarme a la ciudad). Si creen que corro mal, les digo que nado peor. Pero tiré brazadas con el corazón salido hacia el lugar donde le veía la cabecita asomada en el agua.
Cuando llegué, el chiquillo salió a la superficie, me miró con cara de espanto y me preguntó “¿qué pasó?”. Lo miré mitad aliviada y mitad incrédula y le dije: “¿tú no te estabas ahogando?”. Y me contestó “No, estaba tratando de recoger la manguera del fondo de la piscina con mi pie”.
Si no se ahogó, que dé las gracias de que no lo ahorqué. Salí de la piscina chorreando agua como cascada. Menos mal que fue una falsa alarma, pero en serio, ¿qué clase de cosas son estas que me pasan?
Hoy en día todos nos reímos, y de vez en cuando se lo menciono. “¿Te acuerdas Salo del día que te salvé la vida?”. Claro, el porfiado me responde “Tía, ¡yo no me estaba ahogando!”. Gracias al cielo que no, pero lo que cuenta, lo importante, es que yo no sabía eso, pero igual me tiré al agua para “salvarlo
Reaccion apenas logica y de ,supervivencia..!!!!!!!!!