Otro año, otra vela más

Luz roja en el semáforo del entronque del corredor Sur, a la altura de Atlapa. Ahí estaba yo hace unas semanas cuando el pasado se asomó con una visita sorpresa. Estaba con la radio encendida y de pronto empezó una canción que tenía fácilmente 20 años de no escuchar, pero la identifiqué apenas oí las primeras notas. Era Electric Youth de Debbie Gibson. (Para quienes son demasiado jóvenes y ese nombre no les suena, es como decir la Selena Gómez de finales de la década de los 80).

Ahí en el semáforo viajé al cuarto de mi infancia, con su alfombra morada y paredes empapeladas, y me vi de nuevo como una niña de 14 años, cantando, saltando y bailando con los cachetes rojos, al ritmo a todo volumen de esa canción. Y me entró una enorme nostalgia.

Como les conté el año pasado, me encantan los cumpleaños y hace unos días celebré el mío. Siempre es rico que te agasajen y consientan, recibir regalos es una maravilla y comer dulce también. Pero no todos los años son iguales. A veces estamos en un mood más festivo; otros más reflexivos. Este año me tocó la última opción. Y entre todas las cosas que uno medita cuando está en esa onda analítica, está evaluar qué hiciste con el último año y considerar qué vas a hacer con el que viene. Es como un 31 de diciembre, pero personalizado. Y me acordé de ese día en el semáforo…

¿Saben? Cuando somos pequeños, tenemos tantos planes para cuando seamos grandes. En diferentes etapas de mi infancia quise ser maestra, defensora de los animales y actriz. No terminé siendo ninguna de todas esas cosas, pero manejando mi carro me puse a pensar si esa niña llena de sueños estaría orgullosa de la persona en que se llegó a convertir. Si esa niña se encontrara conmigo en algún lado, si se me quedaría mirando o me pasaría de largo. Si fuera una persona a quien ella quisiera emular.

Sé que si yo me topara con ella en algún universo paralelo le diría tantas cosas: Confía en ti misma. Sigue tus sueños. Di lo que piensas. Valora las cosas importantes. Desecha las que no. Echa adelante. No tengas miedo. Sé feliz. Y lo más importante, escucha tu cabeza y sigue tu corazón. Siempre cometeremos errores, pero si nos enfocamos en ver nuestras equivocaciones como lecciones caras, estaremos aprendiendo cada día e iremos puliéndonos un poco más.

Qué bonita fantasía poder hablar con mi versión joven. Yo a ella la conozco mejor que nadie, pero quisiera leer en su semblante qué opina de mí. Me gustaría pensar que seríamos “inchi pinchi”. Todo esto por un cumpleaños y una canción.

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