el café con teclas
Manual de supervivencia nacional
¿Saben algo? Ya se me está pasando el coraje, la sorpresa, la indignación y la tristeza que me revolvió la semana antepasada con todo lo que estaba aconteciendo en las noticias del patio.
El ser humano tiene la ¿suerte? de que el tiempo funciona como un sacamanchas… Si remojas las cosas lo suficiente, la parte sucia se va a ir difuminando, hasta que se borre, si no por completo, al menos lo suficiente. Claro, hasta que alguien la embarre de nuevo, como ya nos estamos acostumbrando a que pase acá.
El año pasado escribí que, justo cuando pensamos que ya escuchamos lo peor, ¡bam! nos asombran con algo nuevo. Y seguimos en las mismas… La diferencia es que estamos perdiendo la capacidad de sorprendernos. Ya nada nos parece tan escandaloso ni descabellado; solo un poco más de lo mismo. Y lo que es peor, la desesperanza nos está envolviendo. Por ejemplo, para mí, en las elecciones es habitual votar escogiendo entre el menos peor de los candidatos. Pero proyectando a futuro veo preocupada que lo menos peor no es ni cerca lo mínimo bueno.
Así que, ¿qué hacemos? Debemos rescatar nuestra esencia alegre, positiva, echada palante, maravillosa y singular. Creo que lo único que nos queda por hacer para lograr eso es enfocarnos en lo que sí podemos controlar: a nosotros mismos. No tenemos potestad sobre nuestros vecinos, colegas, y ni qué hablar de nuestros gobernantes corruptos. Por lo que sugiero que empecemos haciendo lo siguiente:
1. Primero es lo primero. Empecemos el día diciendo “Buenos días”. Sí, ¡así de sencillo! ¿Saben cuántas veces he saludado a la gente para que me responda con una cara de sartén? Eso amarga a cualquiera. Yo sé, hay personas que no saludan sencillamente porque andan distraídas, pero hagamos el esfuerzo de ser más civiles y propagar buenas vibras.
2. Lo que me lleva a lo siguiente. Sonreír. Facilito, ¿vieron? Además, es gratis. Sonrían aunque sea de mentira. Si sonríen sin motivo por suficiente tiempo verán que terminarán sonriendo de verdad. Una cara feliz transmite alegría, serenidad y energía positiva. Imaginen que sus rostros son espejitos que se reflejan encima de los demás. Combatamos la amargura transmitiendo felicidad.
3. Practicar la cortesía vial. Pasamos tantas horas metidos en tranques, cogiendo malhumor y rabia, que sin darnos cuenta terminamos perpetuando las trastadas que nos hacen los otros vehículos. Así que nos volvemos hostiles, primero hacia los otros carros y luego hacia la gente con la que nos topamos. Es una espiral de intolerancia que debemos detener. Empecemos proponiéndonos cederle el paso a al menos un carro al día. Pero a las buenas, con una sonrisa. No con resignación e insultos al carro que se te coló.
4. Haciendo actos aleatorios de bondad. Sosténle la puerta a un extraño. Ayuda a la vecina a cargar sus bolsas del mercado. Regálale un paquete de papitas al conserje de tu edificio. Interésate por los demás. No sonará a gran cosa, pero si sembramos en el mundo más semillas de amabilidad, cosecharemos en su tiempo un bosque de bondad.
En fin, estas son acciones pequeñas, pero si hacemos el esfuerzo colectivo de incorporarlas a nuestra rutina, no tengo duda de que alcanzaremos grandes logros. ¡Así que empecemos!