el café con teclas
Hay cosas que el dinero no puede comprar
La primera vez que mi segundo hijo tuvo un celular en su mano, fue un Sony Ericsson enclenque que le regaló su papá. Yo no estaba tan contenta con el asunto, porque el niño tenía como siete años, y hablando en serio, ¿para qué necesita un niño tan pequeño un celular?
Pero él estaba que no cabía en sí de la emoción. Lo llevaba a todos lados, como si fuera su mascota. Al menos así fueron los primeros días, pero al cabo de una o dos semanas, me lo trajo de regreso y me dijo: “Mami, ten. Ya no quiero el celular”.
La verdad, quedé asombrada, porque hasta hacía poco creo que hasta dormía con el mentado aparato. “Rey, ¿qué pasó que ya no lo quieres?”. ¿Y saben qué me contestó? “¡Es que nunca suena!”.
Me partió el alma, cosita. ¿Acaso qué esperaba? A esa edad la única gente que le habla a un niño son sus padres, nana y hermanos, y todos vivimos en la misma casa. ¿Qué pretendía? Bueno, no sé si este ejemplo aplica a lo que quiero decir, que es que nadie en el mundo tiene el paquete completo.
Cierto, algunos tienen más que otros, pero el que tiene salud, le falta amor. El que tiene amor, no tiene amigos. El que tiene amigos, le falta plata. El que tiene plata, le falta salud, y así sucesivamente. En este caso me quiero enfocar en las cosas materiales. El dinero ayuda a tener una vida mucho más cómoda y despreocupada; decir lo contrario sería mentira. Pero la realidad es que no compra las cosas más importantes.
Por ejemplo, puedes conseguir una tafil en la farmacia, pero eso no te asegura paz mental. Del mismo modo, puedes comprar medicina, pero no salud. Puedes comprar la ropa más fashion de las pasarelas más cotizadas, pero no el buen gusto para lucirla. Costear estudios en las universidades más renombradas, pero no modales ni una buena educación. Si te insisten, puede ser que hagas donaciones a diversas causas, pero eso no significa que tengas un buen corazón.
Para tener una vida tranquila hay que enfocarse en lo que tenemos, y no en lo que nos falta. Fíjense que digo «tranquila» y no feliz. La felicidad es un estado mucho más elusivo, pero si perfeccionamos aquello de una vida tranquila, será mucho más fácil lograr la felicidad.
En el caso de mi hijo, qué les digo. Tenía un celular que no sonaba, pero es algo que me puso a pensar.