el café con teclas
Ay… ¡esa dieta!
Hay días en que pienso que me merezco una medalla. Como hoy, por ejemplo. Estaba sentada en mi oficina, con la barriga que me crujía del hambre. Además, estaba antojada de un chocolate, así que decidí ir a la máquina dispensadora de burundangas a comprar algo rico para merendar.
La cosa es que estoy a dieta, y tenía un intenso debate interno. Así como cuando la fuerza del bien lucha contra la del mal. ¿Rompo la dieta? ¡No! Aguanta; tú puedes. Sí, puedo, pero en verdad no quiero…
Es difícil que la voluntad y el intelecto razonen entre ellos, y mientras todo este conflicto de voces discutiendo se desarrollaba adentro de mi cabeza, yo no me decidía entre una barra de Snickers o un paquete de M&M. Al final regresé a mi puesto con un paquetito de maní. Horneado y sin sal. Si eso no muestra total fortaleza y autocontrol, entonces no sé qué es. Venga mi medalla.
La gente a mi alrededor me dice: “¡Pero si tú no estás gorda!”. Yo no he dicho que estoy gorda, pero mi pantalón negro me aprieta desde agosto de 2015 y esto no puede seguir así. Las personas mienten; la ropa no.
No piensen que he esperado un año y nueve meses para hacer algo al respecto del famoso pantalón negro. Ese es el mismo pantalón que en diciembre de ese año me impulsó a hacer la que se suponía que iba a ser la madre de todas las dietas. Casi, casi lo logro… Lo que pasa es que soy pésima haciendo dietas. No me culpen, ¡comer es rico! Yo no fumo, no tomo, no consumo drogas, ni voy al hipódromo ni al casino. Mi vicio es inofensivo: son el helado y los chocolates. Y las galletas. Los dulces. Y el pan. Mmm.
Así que todos los lunes es la misma rutina, al punto de que si llego al viernes todavía firme, yo misma quedo sorprendida.
Pero esta vez ha sido diferente. Ya llevo 12 días. ¡12 días! Y el pantalón ya me queda (¡yupi!), aunque quiero que me quede flojo. Ustedes saben, para tener un margen para meterme la camisa por dentro, sentarme en una silla baja, o comer de nuevo y que me siga quedando holgado.
Por ahora estoy soñando con el helado extragrande que voy a comerme para celebrar cuando logre esta hazaña.