Juegos del mal

Todos recordamos con nostalgia nuestros juguetes favoritos de la infancia. Mi juego de mesa predilecto era Candyland, de video eran los de la consola de Atari y Pacman, y en cuanto a peluches, por supuesto mi Monchichi con toda su indumentaria.

Pero hoy no vine a hablar de eso, sino de todo lo contrario. Hace días que veo a mis hijos con un Rubik’s Cube en mano, tratando de poner todos los lados del mismo color, buscando tutoriales en YouTube para resolverlo, y yo hasta ahora ni me había enterado de que este juego había regresado, con lo mucho que lo odié allá por los años 80…

Se supone que los juguetes son para divertir y entretener, no para sufrir ni desesperar.

Nunca pude ordenar ni un solo color. ¡Ni uno! Cuando tenía la cosa avanzada de un lado, se me desordenaban los colores del otro. No entiendo cómo mientras había niños prodigio que completaban los seis lados en cuestión de minutos. Algunos hasta en segundos. Pueden verlos in internet. Pareciera que son videos en fast forward, pero no, ¡es su velocidad normal!

Mi hermano, a diferencia mía, sí podía resolver el Rubik’s Cube. Le costaba mucho, pero sí lo lograba. Un día cometí la imprudencia de entrar a su cuarto y ahí en su escritorio estaba el mentado cubo nítido, con todos los colores parejitos en cada lado. Pensé que si él pudo hacerlo, seguramente yo podría también… Giré el cubo para desordenar los colores con la idea de ordenarlos nuevamente. Obviamente no pude, y a los pocos minutos de estar peleando con esa cosa, me empezó a dar taquicardia infantil, suponiendo que cuando mi hermano viera: 1) que entré a su cuarto sin permiso, 2) que toqué sus cosas sin permiso, 3) y que le desordené su juguete, me iba a reventar. Así que hice lo único que se me ocurrió para salvar la situación: despegué las calcomanías de todos los lados, para pegarlas en el orden de colores correspondiente. Como se imaginarán, los stickers quedaron todos chuecos y levantados e igual me gané mi cocorrón.

Además de este cubo del mal, el otro juego que detestaba era Operation, en el que tienes que remover piezas de una figura humana en un tablero utilizando unas pincitas metálicas. Debías hacerlo sin tocar el borde de los orificios, porque de lo contrario sonaba bzzzz y se le prendía la nariz al señor. O sea, perdías.

Mi pulso es tan malo que tengo dificultad hasta para maquillarme. Cuando me pongo delineador es todo un reto que la línea me quede igual en el ojo derecho que en el izquierdo. Imagínense de niña tratando de sacar una llave del tobillo a un sujeto que parecía uno de los tres chiflados. Se supone que este juego es una forma entretenida de desarrollar la coordinación entre ojos y mano, y fortalecer las habilidades motoras finas. Pero que me disculpe la gente de Milton Bradley y los de Hasbro, a mí no me parecía divertido, ¡más bien una tortura!

Supongo que hasta en cosas de niños, para los gustos existen los colores…

Operation se ha estado vendiendo desde 1965 y el valor estimado de la franquicia es de $40 millones. Por su parte, para enero de 2009 se habían vendido 350 millones Rubik’s Cube en el mundo, convirtiéndolo en el puzzle más vendido de todos los tiempos. Considerando que en 2016 hizo un comeback oficial, no es duro de suponer que estas cifran se han exponenciado.

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