Nada sobra

Hay una mosca que me está fastidiando hace días. Justo cuando pienso que migró o ya se murió, aparece de nuevo revoloteando sobre mi escritorio.
Me da cosita aplastarla. Ok, en verdad lo que me da es asco. Por eso aún vive. Y también porque es muy ágil la infeliz, y cuando trato de darle con una revista, se escapa.

Así que me pongo a pensar, ¿qué ondas con los insectos? ¿La vida no sería más linda si no existieran las moscas, las mariposas negras (las grandotas esas que parecen murciélagos), los ratones y las cucarachas?

Al parecer no, porque dicen los científicos que si una sola especie llegara a faltar, se descompensaría todo el ecosistema, lo que pudiera provocar que se acabe el mundo. No tengo claro exactamente cómo o por qué pasaría tal cosa, si el bandicut de pies de cerdo (Chaeropus ecaudatus) desapareció hace más de 60 años y el mundo sigue girando igual.

Pero bueno, la cosa es que todo tiene su razón de ser, y eso aplica también con las emociones y los sentimientos.

A mí jamás me pasaría, pero hay personas que se olvidan de comer. Cuando sienten que las tripas les crujen por el hambre es que van y se preparan algo.

Así que piénsenlo. Nos da hambre, para recordarnos de comer. Sed, para beber agua y no deshidratarnos. Incluso el deseo garantiza la continuidad de la raza humana, porque de lo contrario hay gente que estaría muy cansada, ocupada o distraída para procrearse.

Como ven, esas sensaciones existen para garantizar que la vida continúe. Pero aunque no lo crean, los sentimientos de enojo, rabia y tristeza son igual de importantes.

A las personas normales, como yo, nos gusta estar tranquilas y contentas. Prefiero eso a estar triste, brava o amargada. ¿Pero saben qué descubrí? Que a veces tenemos que molestarnos, enojarnos y desquiciarnos para que reaccionemos, actuemos y/o le pongamos finalmente un alto a las cosas o personas que no son buenas para nosotros.

Para evitar conflictos o llevar la fiesta en orden, a veces miramos para el otro lado, nos hacemos los bobos o fingimos que todo está bien. Pero eso no siempre es buena idea.

Algo así como le pasó a George McFly al final de la película Back to the future, en que le metió un trompón a Biff. Hay un límite a lo que la gente puede tolerar, y para eso existe el enojo: para que reacciones.

La idea tampoco es ponerte bravo por todo ni quedar así para siempre. Es solo una fuerza catalizadora, que te encamina de vuelta. Después perdona, sonríe y echa para adelante.

No sé cómo de insectos y animales en extinción llegué a esto, pero bueno, esa es mi reflexión de esta semana.

Suscríbete

¡Recibirás mis artículos en tu correo electrónico!

¡No enviamos spam! Lee nuestra política de privacidad para más información.

Comparte más

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *