De búhos y gallinas

Mi mamá siempre decía que algunas personas son como los búhos y otras son como las gallinas. Las primeras son esas que la medianoche sorprende reacomodando muebles en la sala de su casa. Las otras son aquellas que se levantan antes de que suene el despertador, descansadas y sonreídas. A las 8:00 a.m. ya fueron a trotar al parque, se vistieron, arreglaron, hornearon galletas, hasta les dio tiempo de pintar un cuadro y salvar el mundo de alguna calamidad. Eso sí, por las noches se duermen temprano. Bieeen temprano.

Como las 8:00 p.m. a más tardar las gallinas ya están enchumbaditas en su cama, con crema nocturna en la cara, dientes cepillados y alarma (que no necesitan) puesta. Por otro lado, están los búhos, como mi mamá y yo, que la noche nos encuentra haciendo de todo, lo que sea, menos durmiendo.

Ser búho o gallina no es algo que se aprende ni se planea. Es algo con lo que se nace. Así como hay gente que tiene cabello lacio y otros de pelo rizado. Puede ser genética o puede ser la naturaleza.

Por lo tanto, ese rasgo es algo que debemos aceptar como parte de nuestra identidad. Es por gusto combatirlo.

No saben la cantidad de veces que me he dicho “hoy sí voy a dormirme temprano”. Pero me pongo a jugar 1010!, Candy Crush o Ruzzle en el celular, revisar las redes sociales, si estoy de humor ordeno mis gavetas, me pongo a escribir una que otra cosa, a hablar por teléfono con otros búhos, y cuando veo el reloj ya son las 11:14 p.m.

Así que suelto el celular y agarro un libro o pongo la tele, y cuando ya estoy empezando a relajarme, trance previo a quedarme dormida, suena el clinclic de Whatsapp y es mi mamá preguntando “Holaaa. ¿Qué haces niña?”. Está rayando medianoche y ella aquí preguntando tan casual como si fueran las 3:00 de la tarde y como si hubiera tantas alternativas para responder. La mitad de la humanidad ya está soñando, pero nosotras pertenecemos a la otra, donde están los desvelados.

Me llama, nos quedamos hablando, y cuando cierro ya pueden ser como las 12:24 a.m. Así que apago las luces y cierro los ojos. Pero no. No me duermo.
La ironía es que así como es un problema dormirme en las noches, es un problema levantarme por las mañanas. No importa si me acosté a las 9:00, a las 12:00 o a las 3:00 a.m. Para mí dormir 4, 8 o 10 horas es exactamente lo mismo. Todos los días me paro de la cama con cara de amanecida, cara que no se me quita hasta después del mediodía.

Y ustedes, ¿son búhos o gallinas?

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