el café con teclas
A pegar figuritas
¿Saben quiénes son Nihat y Forlán? Sí, sí, jugadores de fútbol, los mismos que me salieron repetidos 218 y 97 veces en el último álbum de figuritas que llené hace como tres mundiales. En verdad el álbum no era ni mío, sino de mis hijos, pero ustedes saben cómo es la cosa: termina una llenándoselos.
Así va la cosa: les compras el álbum y comienzan felices a coleccionar y pegar figuritas. Entonces hacen su lista de las que les faltan para completarlo, pero con su letra chueca en una hoja desordenada, así que te ofreces a pasárselo en limpio en la computadora. Pero cuando te das cuenta estás intercambiando con tu hermana, vecina y hasta desconocidas. Llenar el álbum se torna en un reto personal, uno que te tomas muuuy en serio. Cuando finalmente lo completas, es como cuando se te gradúa un hijo de la escuela: una hazaña compartida.
La semana pasada fue conmocionada. Salió a la venta el álbum de figuritas de Rusia 2018, y por primera vez en la historia Panamá estaba en la colada. No sé ustedes, pero el trabajo que pude haber hecho en tres horas me demoró seis por estar monitoreando la promoción de #UberÁlbum (no conseguí nada), el movimiento en las farmacias y supermercados (para ver dónde podía comprarlo), y además sufriendo el partido contra Suiza en el que, como decía un titular, nos desfiguraron con una goleada de 6 a 0. Pero miren que después de la lluvia sale el arcoíris: la depresión por esa paliza se amortiguó cuando llegué a mi casa y me encontré con un álbum y una caja entera con 104 sobres de figuritas, que gestionó uno de mis hijos. Y adivinen, entre las mías me salieron Penedo Y Román Torres.
Ustedes pueden creer que esa tarde, antes de llegar a mi casa, me detuve en una farmacia (no diré cuál) y pregunté: “¿De casualidad les llegaron las figuritas?”, y la dependienta me contestó “¿Figuritas de qué?”. O sea, creo que era una marciana disfrazada de persona.
Esa noche mis hijos y yo, desde el más grande hasta el más pequeño, nos quedamos hasta tarde distribuyendo, clasificando, intercambiando, pegando y peleando por las figuritas (recuerden, son cinco). Me acordé de cuando en 2006 a mi segundo hijo le salió la Panini, una figurita de colección, y el mayor casi colapsa. El pelaíto tenía siete años y lloró, berreó y trató de manipular sin éxito a su hermanito para que se la diera. Lo más chistoso es que mi segundo hijo ni sabía que sacar esa calcomanía era como que te saliera un billete dorado en la película de Willy Wonka, pero después que vio la conmoción que ocasionó, no hubo manera de que la soltara, jajaja.
En serio que este pasatiempo nos transporta a todos de vuelta a la niñez. Yo tengo mi forma de llenar el álbum: primero abro todos los sobres, luego los voy dividiendo por numeración: la familia de los 100, la de los 200, 300, y así. Luego las subdivido y ordeno numéricamente, y ENTONCES las empiezo a pegar. Pero mis hijos, tercos que son, quieren ir clasificando y llenando por equipo. No admiten que mi sistema es mejor, y cuando ven que yo ya pegué todas mis figuritas y que ellos todavía están abriendo paquetitos, tratan de reclutarme. “Ma, ayúdame”, “ma, no tengo uñas”, “ma, pégame las mías”. Pero se aprovechan de mí porque lo hago con gusto, pero qué problema que me compartan las que yo quiero. A mí no me salió ni una plateada, ni una leyenda, y estos manes tienen a Leo Messi, otras muy buscadas y casi todo el equipo de Panamá completo.
Lo cual me hizo recordar también cuando les pedía que me regalaran las figuritas de los guapillos del Mundial para pegarlas en mi agenda. Un saludo especial a David Beckham y Michael Ballack.