El señor de las granolas

Eran casi las 11:30 de la noche. Mis amigas habían organizado una salida. Fueron al teatro En Círculo a ver Que arranque el rock, y finalizada la obra todas se apretujaron en el carro de una, quien iba a regresar a las demás a sus respectivas casas.

Pasando el redondel del barrio de la última parada, la que iba manejando se topó con una inusual aparición: un sujeto vendiendo algo en la mitad de la calle. Le llamó la atención, pero siguió recto hacia los edificios de las amigas que faltaba por repartir. Cuando venía de regreso, de nuevo vio a este señor y otra vez le pasó de largo. Pero cuando estaba circundando la rotonda, en vez de seguir recto, algo la hizo regresar.

Bajó la ventana y con curiosidad le preguntó: “Disculpe señor, es un poco tarde para estar en la calle. ¿Qué está haciendo?”. Le contestó que vendiendo granolas. Esta amiga siempre anda limpia. Dice que abrió su billetera y solo cargaba $3. Para no quedarse limpia de verdad, le dio $2 al hombre. Ella se quedó con $1, pero no aceptó las granolas.

Pero no se fue tranquila. Ya estaba camino a su propia casa cuando se desvió hacia un cajero automático para sacar dinero. Y una vez más enfiló su carro hacia el redondel, esperando a medias que, a pesar de la hora, el señor no se hubiera ido.

Otra vez bajó la ventana. “Amigo, no quiero ser metiche, pero explíqueme por qué está tan tarde vendiendo granolas en una calle casi vacía”. Y este señor le contó que está tratando de ganarse la vida, que por la gracia del Señor usualmente le va bien, pero que esa semana en particular la cosa había estado un poco dura y necesitaba dinero para mandar a su casa.

Y ahí, casi a la medianoche, en una calle semivacía, estas dos personas se pusieron a charlar. No fue una gran tertulia, pero lo suficiente para que cada uno expresara su propia humanidad. Antes de despedirse ella sacó un billete de mayor denominación y se lo entregó a él. “¡Con esto ya me puedo ir a mi casa!”, exclamó el buen hombre, y dice mi amiga que el alivio con que le salieron estas palabras casi la hizo llorar.

Ella me va a matar por compartir esta historia, pero hoy en día eso pasa cuando la gente me cuenta sus cosas: corren el chance de que salgan publicadas (a menos que me digan lo contrario).

Pero me parece tan importante hacerlo porque pasamos por la vida apurados, ocupados, enfrascados solo en nuestras propios asuntos. ¿No ven lo fácil, qué tan sencillo es hacer una conexión con otra persona? ¿Mostrar empatía? ¿Ser más humanos? ¿Dejar una marca? No es cuestión de dinero y ni siquiera es cuestión de tiempo (aunque ambas cosas ayudan).

Se trata de salir un poco de nuestro ensimismamiento, preocuparnos un poco más por los otros. Tampoco es cargar con sus problemas, pero no saben cómo ayuda una palabra cálida o cualquier pequeña atención.

Este domingo 15 es el Día de las Buenas Acciones. Anímense a escoger una acción específica y a hacer algo bueno por los demás.

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