Si hubiera tenido una hija

Toda la vida quise tener una niña. O dos. Me imaginaba lo divertido que sería vestirnos igual, peinarla, cubrirla de lacitos y bañarla en rosado. Ahora que lo pongo por escrito, creo que en verdad lo que quería no era tanto una hija, sino otra muñeca, pero en tamaño real.

Ya cuando llegué a la edad adulta y formé mi propia familia, soñaba con tener una aliada, una mejor amiga y confidente, alguien que me acompañara a hacer mandados, que fuéramos juntas al salón de belleza, y yendo un poco más lejos, alguien que me cuidara cuando estuviera viejita. (Eso es culpa de toda esa gente metida que te dice: “¡Tienes que tener una niña!”, como si los hijos se pidieran por catálogo. También aquellos que insinúan que de lo contrario te vas a oxidar en una silla mecedora llegada la tercera edad. Esa es la misma gente pesada que dice “los varones se casan y se van”, y después se quejan por los estereotipos).

Imaginaba que mi hija de la fantasía y yo íbamos a prender juntas las velas con las que las mujeres judías recibimos el Shabat cada viernes al atardecer, y nos divertiríamos en grande trenzando moñas de pan en la cocina y haciendo galletas de chocolate chips.

Bueno, la vida no me dio una niña, pero sí me bendijo con cinco varones que son mi alegría, le ponen salsa a mi vida y hacen que mi email sea bombardeado con correos de la escuela. Así que en vez de ir a funciones de ballet, a menudo me encuentro haciendo barra en todo tipo de encuentros deportivos. ¡Y cómo me divierto!

No sé en qué estaba pensando el otro día, pero mi mente se fue de excursión y aparecí divagando en cómo hubiera criado a una hija de haberla tenido en la actualidad. Definitivamente, los tiempos que vivimos son muy diferentes a los que ya pasaron, y a los que vienen. Con base en mis vivencias, lo que he observado en mi entorno y hasta sacado de memes en Instagram, a mi hija imaginaria le enseñaría esto:

– Sigue tu corazón, pero llévate tu cabeza. Sí, hay espacio para las dos cosas en una maleta. Permítete sentir, sin olvidarte de pensar. Y es bueno acostumbrarse de chiquita a esta ecuación, porque hacer exclusivamente una de las dos cosas no es buena idea en ningún formato.

– Ser femenina no es lo mismo que ser delicada. Usa rosado, ten modales, cuida tu vocabulario, pero ponte brava, pelea por tus derechos, no te quedes callada. Y si hace falta mandar gente a la M, hazlo. Solo procura desearles que tengan un buen viaje ¡y que se cuiden en el camino!

– Lo que me lleva a lo siguiente. Si quieres ser una princesa, bien. Si quieres ser una guerrera, también. Pero decide con base en lo que tú quieres, y no en lo que los demás esperan de ti. Por ejemplo, hoy en día la sociedad espera que una mujer sea más que una ama de casa, olvidando que cuidar los hijos es más complejo y trascendental que cualquier trabajo de 8:00 a 5:00 (a menos que encuentres la vacuna a una enfermedad mortal o descubras una pastilla que haga que no te salgan canas). Si tienes la posibilidad de escoger, haz lo que quieras sin que nadie te haga sentir mal: ama de casa, bloguera, arquitecta o capitana de aviación. Es tu vida, es tu decisión.

– Exige que te traten como quieres que te traten y no bajes la barra. Tu vida no es un partido de béisbol y tienes derecho a cantarle out a una persona aunque haya tenido un solo strike.

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Un comentario

  1. Excelente planteamiento, es cierto, a mí me decían lo mismo, tienes que tener un niño, pero mis hijas me llenaron por completo, y de hecho adquirí 3 hijos con mis yernos, ahora mayoría enorme de nietos varones.
    Lo cierto es que si debemos usar el corazón y la cabeza simultáneamente. Bravo como siempre Sarita.

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