La vida no es una camisa

Me miré en el espejo y suspiré aliviada: el tiempo estaba pasando. En octubre me había cortado el cabello abajo del hombro; ya estaba más largo que el dije que guinda de mi collar. De cierta manera la persona que me devolvía la mirada era la misma, pero siete meses madurada. Así me di  cuenta de que estaba sanando. 

El 31 de diciembre, a las 11:59 p.m., me hice una promesa en la playa. Sentada bajo un cielo negro que me cubría como una carpa, me comprometí a no empezar otro año más  halando los mismos esqueletos que había estado contrabandeando de uno a otro y otro año. Eso es algo que pude haber hecho cualquier otro día, pero hay una energía revitalizante en fechas como Noche Vieja. Vi ese filo de oportunidad y le clavé mis uñas. 

Cuando los colores de los fuegos artificiales coronaron el cielo, choqué manos conmigo misma. El trato estaba sellado.  Y ya ha concluido el primer semestre del año, y puedo decir que lo he logrado.

Me siento más liviana, no solo por las libras que he perdido, sino por el peso que he soltado. Me he dado  cuenta de que si dejo de obsesionarme viendo las cicatrices, tal vez empiecen a parecerme huellas. De lo vivido, aprendido y caminado.

Hay cosas en la vida que tal vez no se superan. Pero pienso que no es motivo para estancarnos; aprendemos a vivir con ellas. Como una cojera o la migraña. O tal vez con suficiente tiempo nos demos cuenta de que sí fueron superadas. 

Al ver hacia atrás, hay algunos recuerdos que acaricio cada vez que escucho una canción. Otros días miro a mi alrededor y decido cobrar las deudas que me dejó el pasado. Tengo mucho por hacer y tiempo que recuperar.  

Si solo pudieran recordar una de las cosas que digo o escribo en esta columna, por ahora les  pido que sea esta: la vida no es una camisa. No es prestable, transferible ni intercambiable.

Vivan la suya a su manera, escojan sus caminos sin miedo. Si se caen, pues se sacuden y se levantan. Si hace falta un bastón, úsenlo, pero no tanto como para que se les olvide cómo sostenerse de pie por sus propios medios. Tengan paciencia para las cosas que se pueden resolver y resignación para dejar ir aquellas que debemos olvidar.

Dejen de perder tiempo tratando de reparar pérdidas totales, y mejor canalicen esa energía en construir y avanzar. Y recuerden: la vida es difícil, pero no imposible.

 Esta cita del autor Stephan Labossiere me dice mucho: si te enfocas en el dolor, seguirás sufriendo. Pero si te enfocas en las lecciones, continuarás creciendo.

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