‘Papas normales’

Éramos 14 amigos sentados en torno a la mesa. Los que llegaron más tarde jalaron sus sillas y se apiñaron como pudieron. Unos comían, otros bebían, todos estábamos echando cuentos y pasándola bien.

Yo estaba enviando por Whatsapp mi receta de hongos apanados con salsa marinara a los interesados, y mi amiga Esther, por su parte, estaba muy animada compartiendo con lujo de detalles su receta de pollo con papas; tanto, que casi podía olerlo.

Yo tenía mi oreja allá y mi mirada acá, cuando detuve lo que estaba haciendo, alcé la cabeza, pelé los ojos como tortillas y la interrumpí para que me aclarara lo que ella acababa de decir.

Resulta que Esther hace su pollo con papas normales.

En el año 1986, aproximadamente, Zobeida, la cocinera que trabajaba en casa de mi mamá, me preguntó qué quería almorzar. Le pedí que, por favor, hiciera papas fritas.

A continuación, Zobeida me preguntó cómo quería mis papas, y le respondí que fueran papas normales.

Para mi mala suerte, mi hermano mayor estaba presente, soltó sus cubiertos y me increpó que qué diablos son unas papas “normales”.

Ya pasaron más de 30 años y no podemos estar juntos en una mesa donde sirvan papas fritas, sin que se ría y me lo pregunte de nuevo.

Quiero saber, cuando alguien te dice cómo quieres tus papas, ¿qué se supone que debes contestar? ¿Tres cuartos? Son papas fritas, no un filete. Lo que quise decir en ese momento, allá a mediados de los años 80, es que no las quería ni muy tostadas ni muy blanquitas: quería papas normales.

Aclaro que, a mi entender, en ese entonces las papas solo se comían con kétchup y se cortaban en palitos. No había papas curly, ni wedges, ni shoestring (todas opciones que en la actualidad se encuentran en el supermercado), así como -hasta donde yo sé- el aceite de trufas era un invento aún impensable, lo mismo que acompañar las papas fritas con queso o mayonesa. Por último, esto sucedió en mi casa. ¡No en una fonda ni en un restaurante! Así que, en verdad, las opciones eran bastante limitadas, y sigo preguntándome que qué clase de pregunta fue esa de cómo quiero mis papas fritas.

Por eso, me mantengo fiel a mi respuesta. Las quise normales, y si no fuera porque hace unos años las probé con el mentado aceite de trufas y queso parmesano, si me volvieran a preguntar, hubiera seguido contestando que normales.

Lo bueno es que en torno a esa mesa, en la fiesta con mis amigos, me di cuenta de que no soy la única que consume papas normales; hay gente que cocina con ellas.

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