El enemigo invisible

El coronavirus anda dando vueltas por el mundo desde hace meses y semanas atrás se detectó  en Panamá.

Los primeros días no sabía cómo procesar la situación. Me alternaba entre indignación con las personas que arrasaron en las farmacias y supermercados, preocupación por los contagiados, incertidumbre al no saber cuál era la mejor forma de proceder sin ser exagerados, temor por mis padres, tristeza por la economía, diversión con mis hijos inventando en la casa, dudas triviales como si debería ir al salón de belleza o si me iba a tocar pasar la cuarentena desgreñada, y humor con la avalancha de memes que iban y venían a través de mi celular.

Ya todo eso pasó.

La mañana en que escribí esta columna, alguien compartió un video en Facebook de cómo los italianos en las zonas rojas de contagio salen cada noche a sus balcones y cantan. Cantan para espantar el miedo. Cantan para mitigar el aburrimiento. Cantan para unir sus voces en esperanza y elevarlas juntos al cielo.

Recordé otro video, uno que había salido en enero de Wuhan, en que desde las ventanas de sus edificios, los habitantes voceaban con fervor Jiāyóu, que significa “añade combustible”. Esta es la expresión china más pura para alentar, subir la moral y perseverar cuando la vida se pone difícil, así como cuando tu ciudad es el epicentro de una pandemia. El sentimiento en esos momentos era de mantenerse fuertes –unidos-, para salir adelante –juntos.

Estos tiempos no son como nada que he vivido. Lo peor que recuerdo es la invasión y 9/11, pero el primero fue solo en Panamá, y el segundo, aunque conmocionó y afectó de alguna manera al mundo entero, ocurrió en Estados Unidos. Les digo a mis hijos que presten atención a lo que está pasando ahora, porque saldremos de ello, y cuando sean mayores, lo recordarán como una página de su vida resaltada en amarillo neón.

Empezamos el año consternados porque Estados Unidos eliminó al general iraní Soleimani. Muchos vaticinaban que ese suceso desencadenaría en una guerra mundial de nefastas proporciones. ¿Pero qué les pareces? Lo que ha puesto de rodillas al planeta y nos tiene buscando refugio en casa, no son grandes potencias, ni armas, ni terroristas. Es un virus microscópico. Un bicho que, a pesar de ser insidioso, es tolerante, porque ha herido a todos los países por igual.

Un microorganismo tan insignificante que el ojo humano ni lo puede detectar, ha venido a darnos una lección de humildad y a desvanecer como humo la noción de que tenemos el timón en nuestras manos. La verdad es que no controlamos nada de lo que pasa. Algunos en humildes casas y otros en sus lujosas mansiones, estamos todos guardados.

Es sorprendente la facilidad con la que cancelé absolutamente todo lo que tenía en mi agenda. Ahora nada más que la salud es importante.

Pareciera que el coronavirus ha caído sobre el mundo como una peste, pero creo que ha venido como un tutor a darnos cátedra para volver a lo básico, como lavarse las manos y cobijarse en el calor del hogar; recordarnos que somos todos pasajeros en la misma nave; y que solo atributos como la solidaridad y ser desprendidos harán que la humanidad sea algo que valga la pena salvar.

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