Gracias por lo que fue y por lo que no

REFLEXIONES AL VOLANTE.

Entre el asfalto y yo, solo estaban el automóvil y mis pensamientos. La soledad me abrazaba con ternura y la música de mi playlist nos hacía serenata. Esa mañana había presenciado el amanecer, con mis manos al volante, desde ese mismo asiento. Ahora, por casualidad, contemplaba cómo el sol daba la media vuelta y se escondía detrás de las montañas.

Fue el domingo de Carnaval. Me dirigía al interior. Mis hijos, ya más cerca a la adultez que a la adolescencia, tenían sus propios planes. Fue así que por primera vez hice el trayecto sin el conflicto habitual por ver quién elige la música, sin el sonoro relajo en los asientos traseros y sin los ladridos del perro. Sentía que en el mundo solo estábamos yo y el glorioso paisaje afuera de las ventanas; sin tráfico, culecos, ni el insolente repicar de otras bocinas.

Es en esos espacios que abrimos para conversar con nosotros mismos, que rebotan, como propulsados por un trampolín, recuerdos leudados en el tiempo.

Gabriel, quien ya tiene 11 años, era un bebé de apenas meses. Mi mente viajó a aquella noche, hace más de una década atrás, en que lo deposité con delicadeza en su cuna. Había terminado de darle su biberón y mi pequeño sucumbió a un plácido sueño.

Mi intención era darme un baño y acostarme temprano. Fue un instante como muchos otros, pero justo en ese minuto, en esa noche, de ese día, pensé que mi vida era tan perfecta como jamás podría ser. No sé cómo una secuencia tan simple de hechos despertó en mí una sensación tan pletórica de gratitud, pero recuerdo con claridad haber murmurado “Gracias”. A pesar de los problemas, en el ocaso de ese día me sentí verdaderamente bendecida.

Pero así como el péndulo de un reloj está de un lado, y un instante después está de otro, 24 horas más tarde mi mundo, y todo lo que contenía, fue sacudido en un giro que lo zafó de su eje.

Por semanas, meses y hasta años, interrogué incrédula a la vida y a su autor. “¿En serio D-s? ¿EN SERIO?”.

Vivo de forma responsable y con entrega. Fui AGRADECIDA. ¿Y eso es lo que recibo a cambio?, eran algunos de los pensamientos que disparaba hacia el cielo mi cabeza.

Sé que las cosas pasan –a veces por encima nuestro y nos aplastan-, pero no podía conciliar lo que había sucedido, y mucho menos la pésima sincronización. Por años me quejé, reclamé, rezongué, hasta que el tiempo hizo lo suyo, y poco a poco se fue disipando mi indignación.

Hasta el domingo pasado, en que la carretera se extendía frente a mis ojos casi como la vida misma. Y en ese instante, precioso e inesperado, volví a sentir esa sensación venturosa, de forma idéntica, pero madurada.

Escribo esto, y mis ojos se nublan sobre la pantalla. Comparo quien soy, con quien fui y con quien pude ser. Analizo todo lo que he logrado y lo que me falta por hacer, desde esa noche hasta este día.

Dejamos pasar tantas oportunidades, pero en ese momento, en algún punto entre Chorrera y Capira, me di de cuenta que la vida fue generosa y me agració con otra oportunidad cuando yo ni siquiera sabía que la necesitaba.

Alcé los ojos hacia el cielo, y murmuré de nuevo “Gracias”.

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2 comentarios

  1. Sarita, waoo esta columna me conmovió porque a pesar de las circunstancias usted se levantó y aquí está dándonos ejemplos para seguir. Y lo mejor siempre agradecer al que nunca nos deja solos.

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