el café con teclas
Sentada en el taxi
PIENSO QUE OJALÁ ME PUDIERA QUEDAR.
Mis maletas ya están en el taxi y no me quiero ir. El auto empieza a andar, llevándome, pero mis ojos se quedan sobre el balcón del 1-C.
El apartamento está vacío y mi corazón gotea melancolía.
Ocho mil kilómetros nos separaban hace unos días, y ahora estoy a punto de alargar nuevamente la distancia entre los dos.
Vine a visitar a mi hijo, mi chaval, quien está estudiando desde hace unos meses en el exterior.
Cuando nos abrazamos frente al portón de su casa, me di cuenta de cuánto lo extrañaba. Cien videollamadas no pueden igualar estar frente a frente en el mundo real.
Me dio su cama y él durmió en el sofá, y por los siguientes días, pasé de ser la jefa de nuestra casa, a ser su invitada.
Fue una estancia fascinante y reveladora. Como madre, alientas a tus hijos a que vuelen por su cuenta. Pero cuando lo hacen, experimentas una mezcla de orgullo y un poco de resistencia, al sentir un espacio vacío bajo tus alas.
En su apartamento, el primero de su vida adulta, descubro que el único espejo es el del baño y que hay solo un tamaño de toallas. Los hombres y sus practicalidades.
Aun así, prevalece el orden y me sorprende ver su ropa, en el closet, limpia y ordenada. Una despensa modesta alberga Nutella y pastas, y me arrepiento de no haberle traído sus platos favoritos desde mi casa.
Los días pasaron muy rápido, y aunque no pude convencerlo de que me acompañara a explorar los museos de la ciudad, recorrimos juntos las calles de su nueva casa, conocí a sus amigos y pasamos juntos tiempo de calidad.
Sentada en el taxi, recuerdo las lágrimas que lloré cuando se fue, y ahora mis ojos se nublan porque me quisiera quedar.
Loved it ❤️