El futbol y yo

Usualmente no me interesan los deportes, pero cuando se acerca el Mundial, el futbol es la excepción (y claro, cuando juega Panamá. ¡Viva nuestra Sele y viva la Marea Roja!).

El primer Mundial del que tengo memoria es el de México, 1986. Yo iba para 12 años, y tenía una televisión de bolsillo, mini mini, que llevaba de contrabando a la escuela. Solo transmitía canales locales, había que extender su antenita al máximo y buscar la mejor recepción, pero eso era suficiente para poder ver los partidos borrosos en los recreos y el almuerzo, y hacerme súper popular con todos los niños de mi salón.

De los Mundiales posteriores tengo recuerdos difusos: un gol que Camerún le metió al portero René Higuita cuando abandonó su puesto y andaba haciendo no sé qué en la mitad de la cancha; cuando Italia perdió la final en penales; el narrador gritando «Gooooooooldstar»; Brazil pentacampeón; un autogol que le costó la vida a un jugador colombiano; Ricky Martin cantando «go, go, gol, ale, ale, ale»; y por supuesto David Beckham.

Esto del Mundial es algo maravilloso. Cuando comienza a circular el álbum de Panini y empieza la fiebre por el intercambio de figuritas, y los birriosos arman sus  pollas, y la venta de banderitas invade los semáforos, se siente en el ambiente que viene algo bueno. El futbol une a las masas en su amor por el deporte, aunque las divide en bandos apasionados a favor de sus equipos. No puedo abrir Facebook ni Instagram sin ver fotos, desahogos y manifiestos alabando, rezando, apoyando, atacando o insultando a uno u otro equipo (ni los árbitros ni la FIFA se salvan).

Hace dos años, tuve la suerte de que mis hijos prácticamente me obligaron a llevarlos acá al partido Panamá – Canadá, en que ganamos 2-0. Wow, ¡qué feeling, qué emoción! Cada gol vino acompañado de una lluvia de cerveza y rollos de papel higiénico. Ni hablar de avivar la esperanza de que nuestro propio equipo llegara al Mundial. ¡Cómo me dolió cuando quedamos por fuera! Y de qué manera tan cruel. Pero pienso que en esto del futbol, se necesita talento, estrategia y mucha suerte (como casi todo en la vida). Lo que cuenta al final es quién mete más goles y eso pudimos reconfirmarlo en los partidos de las últimas 48 horas. Ay, ¡qué pena me dio ver a James llorando y la derrota de Costa Rica en penales! Aunque si hubiera ganado Colombia y Costa Rica, entonces me hubiera dado tristeza Brasil y Holanda. ¡Quién me entiende!

Ya la otra semana habrá un nuevo equipo campeón. ¿Será Alemania, Holanda, Brasil o Argentina? Después de la agonía del partido de ayer, me dije que no iba a ver más juegos. A estas alturas del Mundial, ¡son demasiado estresantes! Pero ni yo me lo creo. Así que pongan sus apuestas, ¡y sigamos gozando la pasión del Mundial!

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