el café con teclas
El Mejor Ángulo
El viernes me desperté tan emocionada, que a pesar que estaba trasnochada, me levanté antes que sonara el despertador (algo que nunca pasa). La razón de mi alegría era que después de haber estado freelancing por un buen tiempo, empezaba un trabajo fijo y soñado.
Cuando iba saliendo de mi edificio, se me antojó un Nescafé de la tiendita de al frente. Dejé el carro mal estacionado mientras cruzaba la calle a comprarlo, pero cuando abrí mi billetera para pagar, la encontré vacía. ¡No tenía ni un peso! Mi plata se había quedado en el bolsillo de la cartera que había usado la noche anterior. Y ahí caí en cuenta que tampoco portaba licencia, pero como andaba de apuro, le recé a Dios que no me parara un guardia en el transcurso del día, porque no pensaba volver a buscarla. Menos mal siempre tengo un billete de emergencia escondido tras mi celular, y con eso pagué mi café, las galletitas para acompañarlo, y salí corriendo, con café en una mano y cartera en la otra. Me monté en el carro, lista para irme, pero como no hay dos sin tres, no arrancó. Traté, esperé, y traté de nuevo, pero nada. Todavía eran las 8:00 de la mañana, y ya el día se perfilaba como un desastre. ¿Cómo iba a llegar tarde a mi primer día en el trabajo? ¿Qué tan patético iba a sonar mi excusa de que llegué tarde porque se dañó mi carro? No, eso no iba a pasar.
Dejé el carro mal parqueado, le confié la llave al guardia, le pedí que le pidiera ayuda al primer chofer que por ahí se asomara, le di las gracias, le dije hasta luego, salí corriendo, tomé un transporte alterno y a las 9:09 am llegué a la oficina, sofocada, pero aliviada…
Así que aunque empecé el día medio tropezado, fue una forma memorable de hacer un nuevo inicio.
Eso me puso a pensar que a veces las cosas no empiezan ni se desenvuelven como quisiéramos. Algunas cosas que empiezan bien terminan mal, y otras con un mal principio, de alguna forma se componen y acaban bien. Pero el truco para todo, es saber enfocar.
No hay nada definitivo en la vida. Todo tiene su lado bueno y su lado malo. En mi caso, no hay absolutamente nada de lo que me arrepienta. Claro muchas cosas me han dolido. Otras hubiera preferido haberlas hecho un poco diferente, y algunas me han hecho sentir ganas de patearme a mí misma por mi pésimo juicio, pero al final todo cae donde debe estar. Y todo lo que somos y hacemos es parte de la ecuación que nos rinde como producto final. En la vida hay cambios, pruebas y dificultades, pero hay que saber enfocar lo positivo y echar para adelante.
Es como un dicho que vi en el muro de una amiga fotógrafa en Facebook: la vida es como una cámara. Debes enfocar en las cosas importantes, capturar los buenos momentos, desarrollar de los negativos, y si las cosas no salen como quieres “just take another shot”.
P.S. (Al final, tampoco hay mal que por bien no venga. El jueves me estaba rompiendo la cabeza pensando en qué escribir para esta columna. Creo que encontré inspiración como menos lo esperaba).
Asi mismo es!!!