el café con teclas
En palabras de una niña
Mi sobrina Natalie siempre estuvo adelantada para su edad. Me convirtió en tía cuando yo tenía 15 años, pero en verdad siempre ha sido más como una hermanita alborotada y divertida. Tiene una chispa contagiosa, un humor parecido al mío, y a pesar de la diferencia de edad, tenemos muchos gustos afines (la ropa y soñar con ser bien flacas, entre otras). A menudo me dicen que ella se parece más a mí que a su propia mamá.
Muchos años atrás, allá por los 90, cuando ella tenía como 4 años, tuvimos un diálogo muy interesante. En cierta ocasión estuvo de visita en casa de mis padres y de la nada me preguntó:
Ella (con curiosidad): Tía Sari, ¿tú tienes novio?
Yo (indiferente): No.
Ella (con más curiosidad): ¿Por qué?
Yo (analizando la pregunta): Bueno, porque la persona que yo quiero no me quiere.
Ella (con aire impaciente): Ay Sari, lo que pasa es que tú no sabes. Para que esa persona te quiera, tienes que hacerle cosquillas.
Yo (intrigada): ¿Sí? ¿Para qué?
Ella (como si fuera lo más obvio del mundo): Porque si tú le haces cosquillas, esa persona se va a reír, y si haces que se ría, te va a querer mucho por hacerla feliz.
En el momento, esa explicación me pareció revolucionaria. Por supuesto no puse su teoría en práctica (ni traté de hacerle cosquillas a nadie), pero me asombró cómo para los niños, las cosas que son tan complejas para nosotros, son tan básicas. Uno aquí rompiéndose la cabeza tratando de descifrar nuestras relaciones (o falta de ellas), cuando en verdad, si lo piensas, es bastante simple.
Hacer feliz a alguien, o por lo menos que ese alguien esté feliz en tu compañía, como base para una relación próspera… Así lo enfoqué en ese entonces. Pero ahora que estoy más grande, analizo algo adicional. Cuando uno está más joven, y comenzando la vida, pecamos de soñador e idealistas. Estamos dispuestos a hacer lo que sea, por esa persona que nos roba el sueño. Eso es muy lindo y gratificante. En especial si el sentimiento es mutuo, y la relación es recíproca. El problema es que desafortunadamente a veces se nos olvida que debemos procurar nuestra propia felicidad. Aunque es necesario hacer sacrificios por las personas que queremos, nunca debemos sacrificarnos a nosotros mismos. Son dos cosas muy diferentes.
Mucho tiempo ha pasado desde ese intercambio. Yo estoy en la antesala del 4to piso y mi sobrina ya está casada y con hijas. Pero ahora que recordé sus palabras, me dio risa, y me puso a pensar.
LoveIt ❤️