¡Paciencia! Ni modo…

Los niños terminaron la escuela hace unas semanas ¡y ya se me hace que los próximos dos meses van a ser eternos!

Entre los mayores que duermen hasta pasado el mediodía y los más chicos que aun de vacaciones se levantan casi con el sol, mi casa se ha sumergido en un hoyo negro donde el tiempo sufre de arritmia.

Mientras es la hora de almuerzo para unos hay otros que están apenas desayunando, y cuando la mayoría estamos cenando, hay ciertos individuos que aún no tienen hambre. De seguro eso explica por qué si la cocina está impecable cuando apago las luces antes de irme a dormir, amanece un trastero, las puertas de la despensa abiertas, azúcar regada y cajas de cereal vacías en el sobre de la cocina…

Mala onda que no tuve la previsión de meterlos en algún curso de verano. El otro día, que teníamos la fiesta de fin de año en la oficina, pensé que sería buena idea llevarme a mis niños al trabajo para que conocieran finalmente dónde es que se pierde su mamá gran parte del tiempo. Salimos de la casa de lo más contentos, pero una vez allá la emoción duró exactamente la media hora que me demoró mostrarles la rotativa, la máquina de chocolate caliente y la dispensadora de burundangas. Después de eso ya estaba lista para ver cómo hacía para mandarlos de vuelta a la casa.

No me malinterpreten: amo a mis hijos y es una bendición tenerlos conmigo, pero siento que cuando estamos juntos en la casa me la paso decomisando bolas de fútbol y ‘basket para que dejen de picarlas por ahí, también advirtiéndoles que dejen de pelear, mandándoles a que bajen el volumen de la tele y ordenándoles que recojan sus regueros y bolsas de papitas vacías del piso (pero después me acuerdo que durante el año escolar ando en las mismas para que hagan sus tareas y se me pasa). Y como la bulla no era suficiente, tenía que venir mi mamá a regalarle una armónica a mi chiquito de 4 años y ahora la casa sí parece un circo.

Pero, ¿qué le vamos a hacer? Tener paciencia, porque al igual que todos los años, cuando ya me estoy acostumbrando a la rutina de las vacaciones, estas se acaban, los niños vuelven a clases y la casa se queda vacía, silenciosa y aburrida.

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