Aprendí hace años que no debemos juzgar ni criticar a los demás, porque hay una fuerza enorme y poderosa en el mundo llamada Karma (sí, ¡con mayúscula!).

Uno de mis sobrinos se había tragado uno de los aretes de su hermana. Si no me falla la memoria, él habrá tenido como un año al momento en que eso pasó. Cuando me enteré, recuerdo haber pensado: “¡Qué clase de mamá deja que su hijo se trague un arete!”. Pues resulta ser que el mismo tipo de mamá que yo, porque un par de meses después mi propio hijo se tragó una moneda. Y no se lo tragó porque yo fuera una mala mamá, sino porque 4 pares de ojos no son suficientes para vigilar ni controlar niños pequeños, traviesos e inventores.

La verdad es que hasta la fecha siempre me había cuidado de lo que hablo, pero ahí me di cuenta de que los pensamientos también son infiltrados por la señora Karma, quien más rápido que ligero viene a dar la lección de “No seas tan presuntuosa” y a darte un tatequieto.Estoy pensando en eso ahora porque tuve otro encuentro de este tipo con ella. Desde que cobran los estacionamientos en el mall, invariablemente me toca echar para atrás en la fila de salida porque al conductor de un carro se le olvidó validar o pagar su tiquete. Ya estaba yo rezongando en una de esas que qué clase de ciego no ve la máquina y los letreros en las salidas del mall recordándoles a todos que PAGUEN el parking. Pues cuando llegó mi turno de introducir el tiquete para salir, me tocó echar atrás a mí también, porque sellé el tiquete en el cine, pero se me olvidó que además había que validarlo… eso me pasa por intolerante e impaciente. Lección aprendida, señora Karma.

Dicen por ahí que no puedes juzgar a una persona hasta que no estés en su lugar. Yo digo que entonces mejor no juzguemos ni critiquemos a nadie, porque si insistimos en hacerlo la señora Karma se encargará de ponernos en su sitio.