Algo así como magia

Imagina que un día, así de la nada, suena el teléfono de tu casa. Al contestar te encuentras con la voz de ese alguien tan querido, ya fallecido, llamándote desde el cielo. Ese es el fenómeno que varios residentes de un pueblo imaginario llamado Coldwater están experimentando en un libro que me leí hace unos meses, llamado The first phone call from heaven, de Mitch Albom.

Si fueras tú, ¿qué harías?, ¿cómo reaccionarías? Antes de responder, fantasea lo que sentirías al poder escuchar una vez más a esa persona que tanto extrañas; contarle de tu vida; tener la oportunidad de expresarle cosas que quizá se quedaron sin decir; tal vez pedir un perdón genuino o un último “te quiero” de corazón…

En el caso de Coldwater, el rango de emociones es amplio y abarcador, igual que las facetas de la naturaleza humana. Hay quienes creen en esas llamadas ciegamente y las abrazan con emoción plena. Otros quisieran creerlo, pero no pueden, porque, en serio, ¿llamadas desde el cielo? Totalmente descabellado. Y algunos lo descartan rotundamente archivando el asunto como un fraude o catalogándolo como una probable conspiración.

Algunos se lo cuentan al resto del poblado; otros mantienen sus llamadas en total secreto, pues temen que nadie les crea, o peor, que les digan que están locos. Hay quienes se ponen felices, a otros les da miedo. Y así, el pueblo queda marcado y dividido.

Me puse a pensar, ¿qué haría yo si recibiera una llamada así? Conociéndome, creo que primero entraría en pánico, después se me dispararía un nivel de felicidad descomunal, pero luego aterrizaría con el factor de “esto no puede ser cierto / pero quiero que sea verdad”. A falta de un veredicto concluyente, al final quedaría debatiendo entre ser o no racional. Y creo que así somos la mayoría de los humanos: fragmentados entre lo que nuestros corazones quisieran y lo que dicta nuestra cabeza fría e intelectual.

También me hizo reflexionar en lo prestos que somos para creer algunas cosas, y lo inmutables que somos para aceptar otras que te atropellan en la cara.

No les voy a contar el libro; los aliento a que lo lean. Pero más que el apetito de pasar rápido las páginas para saber cómo termina, disfruté la licencia que me dio de contemplar el alcance que tiene creer en algo. Cómo las ilusiones nos mueven y cómo a veces necesitamos creer en un poco de magia.

Me gusta mucho leer, pero tienen que ser libros que piquen mi curiosidad. Este estaba en una remesa que pedí de Amazon hace como dos años. Hice un sondeo en Facebook y compré casi todos los libros que me recomendaron. Algunos ya los leí; otros todavía esperan su turno. Unos estuvieron buenos, otros medio-medio. Pero este me cautivó.

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