Aquí voy


UN CUENTO LARGO EN CAMINO A ISRAEL.

Dicen que a la tercera es la vencida. En mi caso fue la cuarta. O incluso la quinta, si tomamos en cuenta que se me ocurrió esta aventura hace tanto tiempo, que ni siquiera estaba vacunada, por lo que ni siquiera podía viajar.

No sé si recuerdan el último enfrentamiento bélico que hubo en Israel. Yo lo recuerdo muy bien. En mayo de 2021 empezaron a llover misiles lanzados por terroristas de Hamas. Fueron semanas de angustia, preocupada por mi familia y amistades en particular, y la población en general. 

Antes de que se mediara un cese de hostilidades, la situación se había deteriorado rápidamente.

Además, el antisemitismo se disparó alrededor del mundo, en actos deleznables dirigidos a inocentes, que fueron señalados por el simple hecho de ser judíos.

Le pido a Ds que derrame sus bendiciones con abundancia en Panamá, un país donde convivimos en armonía personas de todos los credos.

En algún momento de esas semanas, se agitó en mí la necesidad de volver a Israel. Habían pasado ocho años desde mi última visita.

Me propuse que, apenas se normalizara la situación, lo haría.

Pero como les dije, cuando eso pasó, no estaba vacunada e Israel tenía una de las medidas anti covid más rígidas del mundo.

Cuando finalmente me vacuné, el país no estaba recibiendo turistas. Cero y van dos.

Luego, compré boleto para el 5 de diciembre, pero ¡sorpresa! Una semana antes apareció Omicrón, y de nuevo cerraron las fronteras. Afortunadamente recibí un reembolso.

Después, me iba a finales de enero, pero supongo que el vuelo de conexión iba medio vacío y lo cancelaron. La opción era quedarme 19 horas en París, pero incluso a mí que me encanta dar vueltas, eso ya era un poco demasiado.

Reprogramé para febrero, pero ya había pasado tanto tiempo, que tocaba ponerme la tercera dosis, algo que no pensaba hacer. 

Ya me había dado covid, por lo que en teoría podría viajar con el certificado de recuperación. El problema es que el de Panamá no es digital, por lo que no cumplía los requerimientos.

No sé cómo de ser un país con tantas restricciones, de la nada pasó a no tener ninguna. 

La cosa es que compré (de nuevo) un pasaje, y con un poco de temor contacté (de nuevo) hoteles, guía y demás. ¡Ya me daba hasta pena!

Pero a lo hecho, pecho, y ahorita estoy aprovechando el wifi gratis del avión para escribir esta columna.

Los mantendré al tanto de mis andanzas.

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