el café con teclas
Crónica de diez días sin azúcar
Decidí hacer una dieta para rehabilitar mi sistema y encaminarme a una vida más saludable. Me sentía cansada, pesada y lentona. Creo que mis malas decisiones a la hora de comer me estaban pasando la factura. Al parecer, helado con chocolates, galletas y mazapán no es una alternativa aceptable para la cena.
La doctora que me propuso este régimen me sugirió que la hiciera mínimo 10 días, mejor 14 y óptimo 21. Cero lácteos, cero gluten, nada de colorantes ni aditivos, sodas de dieta ni ingredientes artificiales. Y lo más difícil, nada de azúcar. Mi universo alimenticio gira en torno a tooodas esas cosas, pero si prescindir de ellas era el primer paso hacia una vida más sana, me dije “manos a la obra”, y así transcurrió la cosa.
Día 1: Me levanté con el tanque de la determinación lleno. Energizada, decidida y emocionada. Pero a las 2:00 de la tarde estoy calculando que llevo seis horas a dieta y siento como si hubiera adelgazado tres libras. A las 8:00 de la noche me acuesto porque no aguanto el dolor de cabeza. ¿Qué les parece? Mi cuerpo no puede sobrevivir ni siquiera 12 horas libre de carbohidratos sin armarme una pataleta.
Día 2: Todos en la oficina me miran con compasión cuando me ven contando los 10 manís que corresponden al snack de media mañana. Las próximas semanas prometen ser bien tristes.
Día 3: Estoy débil. ¿Solo van tres días? ¿El calendario se pasmó o qué? Pareciera que el tiempo no pasa. Una amiga me manda un artículo que afirma que, según algunos estudios, el azúcar es ocho veces más adictivo que la cocaína. Si es así, pienso que tal vez deban tapizar las paredes alrededor mío con colchones, porque en cualquier momento comienzo a alucinar y a darme de cabeza…
Días 4 y 5: Menos mal que es fin de semana y no tengo que hacer nada que requiera concentración, fuerza ni inteligencia. Le confundo los nombres a mis hijos, así que cuando tengo que llamar a uno, solo le digo “hijo”. Me la paso regada, viendo tele, pero ni siquiera Friends me da risa.
Día 6: Lunes. Mi nivel de energía está repuntando. Estoy tan hiper que en una reunión de trabajo mi jefa me dice que pare de brincar de un tema a otro.
Día 7: ¡Una semana! Qué bien… estoy contemplando que una vez superada la primera semana, tal vez las que siguen son más fáciles. Considero hacer las dos que faltan para completar los 21 días óptimos, hasta que entro a Instagram y veo fotos de la cuenta de Paletta America con nutella y leche condensada, y me dan ganas de lamer la pantalla del celular.
Días 8 y 9: No me hablen. No me llamen ni me miren tampoco. En serio. He adelgazado un poco, me siento más saludable, mi piel está radiante, pero estoy tan irritable que desarrollé la habilidad de fulminar gente con la mirada.
Día 10: ¡Lo logré! ¡Lo hice! Estoy contando los minutos para comerme aunque sea una tortilla integral. Admito, 10 días era lo mínimo recomendado, pero por el momento no puedo ver un apio, una manzana o un aguacate más. Igual, ¿quién quiere vivir 200 años?
bueno yo creo que no deberías matarte así tampoco porque como dicen por ahí ningún extremo es bueno, mejor comer en el medio bien balanceado y con un premio de vez en cuando.
Es que en verdad la idea de la dieta no es pasar hambre. Permite pescado, pollo y otros tipos de proteínas, y casi todos los vegetales. Pero ya a la bajada les cogí aversión! Ni en pintura :-0