el café con teclas
¿Dónde están los juguetes?
Nueva York es una ciudad fascinante. Dependiendo del objetivo de tu viaje, de qué te pongas y cuál es tu ánimo, puedes fluctuar desde sentirte como un Kevin McAllister hasta la mismísima Carrie Bradshaw.
He visitado NY muchas veces, y cada vez que llego la veo con otros ojos. En esta ocasión fui de trabajo a conocer una de las cadenas de centros comerciales más importantes de Estados Unidos, que están invirtiendo en la expansión y promoción de su portafolio. Así que me fui a pasear a algunos de los malls más bonitos del área. Yo sé, yo sé: es un gran sacrificio, un trabajo pesado, ¡pero alguien lo tiene que hacer!
El horario estaba apretado, pero en una de esas salidas me enteré de que la juguetería Toys R’Us de Times Square cerró. No había terminado de decir “¡No puede ser!” cuando me soltaron otra bomba: FAO Schwarz, la famosa y emblemática juguetería de la Quinta Avenida, también cerró sus puertas. (Al parecer esto sucedió hace más de un año, pero no recibí el memo informándome). Es cierto, ambas quedaban en propiedades que pagan alquileres millonarios, pero supongo que en esta época de consolas, apps y pokémones, como que cada vez menos niños quieren jugar con caballitos, muñecas y soldados.
Cuando yo era chiquita, sentaba a todas mis muñecas y peluches y jugaba a que yo era su maestra. Peinaba a mis muñecas y dormía con mi monchichi. Hablando de monchichi, me gastaba buena parte de mi semanal comprándole ropa. Y aunque nunca tuve un hornito Easy-bake, sí me compraron un juego para confeccionar perfumes. ¿Será que los juguetes están en vías de extinción? ¡Horror! Qué infancia tan aburrida aguarda a tantos.
Los libros tampoco están sobrados. Cada vez hay menos librerías. ¿Qué pasó con pasar las hojas con los dedos y que se te entumezcan las manos por agarrar un buen libro tres horas seguidas? Eso de Kindle como que no va conmigo. ¡Quiero libros de verdad! Que se vean bonitos, todos juntitos y apretados en los tablilleros de mi casa.
Y ahora, para acabar de rematar, estoy sentada en el aeropuerto porque llegué cuatro horas antes del vuelo. Ya caminé el aeropuerto de canto a canto, compré chocolates, bregué wifi en cada esquina, y descubrí otra cosa: las personas también están sufriendo una destitución forzada.
Primero, el mostrador de la aerolínea ya casi no tiene gente. Tienen aparatos para que te registres tú mismo. Y ahora quiero comprar comida y resulta que tienes que pagarle a una máquina. Con lo bien que me caen las personas, no entiendo por qué me obligan a lidiar con máquinas que me cohíben. ¡Los aparatos siempre me hacen pasar pena!
Siento que últimamente parezco la Grinch antitecnológica. ¿Será que mejor me contento con esta nueva realidad?
Si amiga muy triste , las máquinas nos están sustituyendo …….