el café con teclas
El día que murieron las ganas de comer
Así que llegó el último viernes del año. Estoy buscando algo profundo que decir. Algo memorable que compartir con ustedes. Una lección perdurable del año que está por terminar, pero lo único que se me ocurre decir es: ¡tengo que hacer dieta!
Puedo apostar a que en este día tan significativo para la mayoría de la población, una gran parte está lamentando haber comido hasta empacharse anoche y todos los días previos.
Por mi parte, recibí diciembre preparando un festín de Nochebuena para el especial de Navidad. Al final trasladamos toda la comida a la oficina, donde todos le metimos diente al simulacro navideño. Comí chocolates surtidos, un par de porciones de un exquisito cake de frutas remojado en marsala, galletas en exceso, y lo bajé todo con ron ponche y Coca Cola. Esa noche llegué a mi casa con una sobredosis de azúcar tal que no podía ni pensar. Me sentía tan mal que por un momento consideré que tal vez era necesario ir al hospital para que me desintoxicaran. ¡Y eso que yo ni siquiera celebro Navidad!
Creo que toqué fondo la semana pasada cuando me iba a vestir para ir a un evento y el pantalón no me cerraba. O sea, sí cerraba, pero nadie debe salir a la calle pareciendo un tamal envuelto. Me amargué tanto que no pude disfrutar la fiesta a la que fui. Me quedé solo media hora y volví a mi casa a ahogar mis penas con un paquete de maduritos. ¡Quiero insultar el día en que los comí por primera vez! ¿Nunca les ha pasado que prueban algo rico y no pueden parar de comerlo? Yo compro varios paquetes dizque para “guardarlos”. Será en mi barriga, porque en una sentada desaparecen todos, tan adicta que estoy. O estaba, porque ahora mismo ya no puedo ni verlos.
Ay, esto de no comer/cerrar la boca/ hacer dieta es muy duro, con lo rica que es la comida. ¿Quién me lo va a discutir?
Feliz Año Nuevo queridos lectores. Que 2016 les traiga muchas alegrías, salud y bendiciones, ¡y los encuentre a todos en su peso soñado!