el café con teclas
El episodio con los hámsters
Hace 5 años uno de mis hijos me pidió que le comprara un hámster y accedí por buena gente. Los niños siempre andan con que quieren mascotas y esta opción me pareció ideal pues los hámsters son más silenciosos que los pollitos, más interactivos que los peces, más pequeños que los conejos y exigen menos atenciones que un perrito.
Así que nos fuimos a la tienda de mascotas y ya ahí mi hijo se puso feliz a escoger. En eso me dijo: «Mami, ¿podemos comprar dos?». De una vez brinqué y le dije que no, que uno es suficiente. Pero apeló a mi lado humano, diciendo que uno solo se iba a aburrir, que extrañaría a su familia e iba a sufrir de soledad, por lo que así de débil como soy, acepté. Lo único, hice mucho énfasis en que fueran animales del mismo sexo porque no quería convertir la lavandería de mi casa en un criadero de roedores.
Y se lo advertí al vendedor, quien me aseguró que lo que estábamos comprando eran dos machos. Los volteó y me dijo «Mire», y le contesté que no quiero ver nada, que no entiendo anatomía hamsteriana y que confío en su voz experta.
Debí haber dudado y debí verificar lo que me estaba diciendo, porque algunas semanas más tarde, mientras estaba en la casa, la muchacha me llamó al borde de un ataque de histeria. «¡Señora, señora! ¡El hámster!». Le dije «¿Qué le pasó?» y me contestó «¡¡Está pariendo!!». Yo estaba embarazada de mi chiquitín en ese entonces y prometo que ese fue el único día en 9 meses que me dieron náuseas.
Por supuesto los niños alborotados, felices y maravillados con el giro de las cosas, pero yo en mi cabeza le estaba mentando la madre al vendedor de Melo. La cosa es que eso era un desastre porque ahora no solo habían dos hámsters, sino 7 en la jaula, y si en su momento no supe distinguir el sexo de los padres, ahora mucho menos el de los hijos.
Y la cosa se puso peor. Los hámsters resultaron incestuosos y tiempo más tarde se reprodujeron también. Ahora habían veintitantos hámsters apretujados en la jaula y salvo pegarme un tiro, yo no sabía ni qué hacer. Nadie los quería así que no podía regalarlos ni botarlos, y dejarlos en libertad en la calle, aunque tentador, tampoco era una opción viable. Al final mandé la jaula con todo su contenido a una tienda de mascotas en Metromall y cerré ese episodio, con la intención de no volver a dejarme confabular más nunca por mis hijos (boba yo; hasta perros tuve en los años recientes).
Como no aprendemos a la primera y a veces hay que tropezar dos veces con la misma piedra, hace unos meses mis hijos estuvieron de cumpleaños y lo único que me pidieron de regalo fueron otros hámsters. Yo estaba reticente, pero como ni siquiera les hice fiestita, nuevamente accedí.
En la tienda otra vez le advertí al vendedor, y le eché toda la historia del criadero clandestino y me contestó «No se preocupe; son dos machos». Pues debí haberme preocupado porque hace 3 días llega mi hijo: «Mami, no me vas a creer. ¡Los hámsters tuvieron hijos!» (Yo a estas alturas ya creo lo que sea). Y en efecto, ahí estaban nuevamente cinco hámsters, solo que estos ya estaban crecidos y hasta con pelo. Le dije a mi hijo que cuánta atención le prestará a sus mascotas que él mismo no se percató que habían 5 más en la jaula. «Debe ser que la mamá los tenía escondidos en el aserrín». Como sea, voy a ver qué hago. ¿Alguien quiere un hámster?
Te compadezco!, realmente es un detalle tener cualquier animal en casa, la limpiadera, que si te vas de viaje con quien los dejas, que si se enferman el poco de plata que te gastas…lo cierto es que sea cual sea la mascota le alegran la vida a nuestros hijos.
Creo que esa es la razón por la que siempre caigo! Ver felices a nuestros hijos es lo mejor.