El infierno en una rotonda

¿Saben qué me parece chistoso? En Panamá queremos surgir como país, salir del hoyo tercermundista, estirar nuestras alas como una nación desarrollada, eliminar la pobreza, luchar contra la corrupción, y otro poco de cosas, pero la realidad es que no sabemos ni siquiera manejar en una rotonda. No sé cómo aspiramos a lograr todo lo demás.

Hablo en serio. Esas rotondas que germinaron por todos lados como parte de la “solución” a los problemas de tranque, se convierten en un macarrón enredado con carros dispuestos a pasarle por encima a quien sea con tal de llegar a su destino.

Lo admito y me incluyo. No sé manejar en las rotondas. O tal vez sí sé, pero los otros conductores, que son peores que yo, me confunden y me hacen dudar de mí misma, así que no sé si los que están manejando erráticos son ellos o yo. Qué lío.

He visto los croquis que han publicado en las redes sociales para iluminarnos sobre el tema. Con sus carritos dibujados y trazos a colores, parecen una gráfica para estudiantes de maternal, y aún así no termino de dominarlo.

Lo único que sé es que el carro que está en el carril de más afuera es el que tiene el derecho de salir de la rotonda, mientras que los que circulan por el paño interno deben quedarse dentro. Pero ¡ajá!, a veces los que pueden doblar se quedan adentro, y los que están adentro tratan de salir, y ahí es que se complica la cosa. Aparte, en algún momento todo el mundo va a querer salirse de la rotonda, a menos que pretendan quedarse dando vueltas indefinidamente. La cosa es que tratar de cambiar de carril es una odisea porque nadie le cede el paso a nadie, y es una tierra de nadie donde impera la confusión. Así que no queda de otra que tirarse, colarse, atravesarse y salirse. O sea que en una calle en la que previo a la rotonda había un solo tranque monumental, ahora se forman incontables tranquecitos simultáneos.

Me da la impresión de que nadie sabe lo que está haciendo dentro de la rotonda.

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