el café con teclas
El muffin farsante
Y POR QUÉ AHORA DETESTO EL FLAXSEED.
No puedes pretender rebajar en un mes lo que engordaste en dos años. Pero precisamente eso es lo que quiero.
Mi plan era bastante sencillo: adoptar un régimen alimentario saludable y sensato por 100 días. Siendo muy conservadora, a razón de una libra cada cinco días, perdería por lo menos 20 en ese lapso de tiempo.
Pero qué horror. Empecé la cuenta regresiva, y aunque las libras empezaron a desvanecerse, no era al ritmo que esperaba ni quería.
Al día 23 de la agonía que es para mí hacer una dieta y privarme de todas las cosas que me gustan y me engordan, ya estaba harta del pollo asado, el pescado a la plancha, la sopa de tomate, el medio pan pita integral y los 12 pistachos. ¿Quién puede vivir así?
Sentí que mi voluntad empezaba a flaquear, pero con mi ropa que no me queda, ese es un lujo que no puedo seguir dándome. Haciendo acopio de mi determinación menguante, agarré el manual de la dieta y busqué la receta de los Skinny Muffins –un “dulce” (entre comillas) dietético que asegura quitarte los antojos, sin remordimiento.
Solo llevaba flaxseed, aceite de coco, canela, huevos, polvo de hornear y Stevia. Varios de los ingredientes se consiguen en mi casa, y los que no, los fui a comprar.
Debo decir que el escenario era prometedor. El olor a canela que flotaba en la cocina me embriagaba y mis ganas de comer los muffins eran colosales.
Cuando los saqué del horno, casi ni les di chance de enfriarse. Metí la primera mordida y…
Casi escupo. No tengo idea a qué sabe la comida de caballo, pero si tuviera que adivinar, sería a eso.
Por varias horas pensé que mis papilas gustativas habían sufrido un daño irreversible; no había forma de eliminar el sabor infausto de mi boca. Con decirles que luego probé una galleta de chocolate chip, ¡y no me sabía a nada! Hasta el día siguiente, todo sabía a flaxseed, lo cual me parece lamentable, porque no sé ni qué guayabas es un flaxseed.
Lo único rescatable de toda esta experiencia, fue la carcajada que me provocó el chasco que se llevó mi hijo, Cosa 1, por andar de goloso.
En mi casa reciclamos los envases de plástico en los que vienen los pasteles. Fue la tapa de uno de esos los que la Yami utilizó para cubrir los muffins que quedaron abandonados en la cocina.
Cuando Cosa 1 entró a la cocina, y vio unos dulces que huelen bien, se ven bien, y que encima de todo tienen el sticker de una aclamada repostera, no dudó en levantar la tapa y morder uno de los dulces con ganas.
Tremenda sorpresa se llevó. La única diferencia conmigo es que él sí lo escupió.