el café con teclas
El punto de quiebre
¿Nunca les ha pasado que se enteran de que alguien hizo tal cosa, y quedan verdaderamente sorprendidos porque nunca hubieran imaginado que esa persona fuera capaz de actuar de esa forma? El otro día me enteré de que una conocida mandó a volar, literalmente, a alguien a quien frecuentaba. Después de estar aguantando que la trataran como a una chichipati por largo tiempo, como que al fin vio la luz (sus amigas se lo decían, no hacía caso, y miren pues).
Quiero decirles que eso pasa con más frecuencia de lo que pensamos, porque todo en esta vida tiene fecha de caducidad, empezando con nosotros mismos, pues desde el día en que nacemos estamos en cuenta regresiva hasta el día en que hagamos check out de este mundo. O sea que si nosotros no estamos destinados a durar para siempre, qué podemos decir de las cosas que definen nuestros días, como el aguante y la paciencia.
A eso se refiere el refrán que dice que “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. El problema es que a veces las cosas que no son buenas para nosotros vienen cubiertas en piel de oveja y con olor a azúcar. Pero tarde o temprano todos llegamos al punto de quiebre, que defino como el momento de claridad en que dices “hasta aquí llegué” y dejas de jalar la carreta (hablando figuradamente). Es como si se te funde un circuito en tu programación interna.
Algunas personas se vuelven locas cuando llegan a su punto de quiebre. Si no me creen, prendan cualquier noticiero. Pero bueno, esos son casos extremos. En las personas normales sabes que el tuyo llegó, o se encuentra a pocos metros de distancia, cuando muestras uno o varios de los siguientes indicadores:
• Cosas que antes te ponían triste ahora te provocan es rabia.
• No puedes creer que fuiste capaz de decirle, hacerle o escribirle algo a alguien. Ahora no sabes si debes regañarte o felicitarte a ti misma por haberlo hecho. Mi opinión es que probablemente te mereces un premio.
• Ves las cosas como en verdad son, sin asco, y no como deseas que hubieran sido.
• Quien fue el objeto de tu afecto ya no te parece ni tan listo ni tan bello ni tan interesante, a decir verdad.
• Antes te ponías triste cuando escuchabas una canción que te recordaba a él. Ahora te molesta que no puedes disfrutar la mentada canción sin que tu mente vuele hacia allá. (Pero después te da risa).
Llegar al punto de quiebre tiene dos lados. El bueno es que estás rompiendo con esas cosas, personas o situaciones que no eran buenas para ti. Lo malo es que, inevitablemente, una parte de ti muere ahí también. Pero ni modo, hay que seguir adelante. Lo grandioso de los humanos es que tenemos la facultad de regenerarnos una y otra y otra vez.
Lo importante es saber que a veces hay que romper las cosas para poder arreglarlas de nuevo, en especial si lo que puede ser
arreglado eres tú.