el café con teclas
El secreto está en la iluminación
No sé si saben esto, pero además de esta columna impresa, tengo mi cuenta en las redes sociales del mismo nombre, @cafeconteclas, siendo Instagram la que más uso. Ahí comparto un poco de lo que hago, uso, escribo, pienso, amo, odio, etc. En fin, es una ventana a quien soy, todo nítidamente retratado para poder ser compartido con mi puñado de seguidores.
Cuando son fotos de cosas que veo por ahí, las tomo yo misma con mi celular. Pero cuando son fotos en las que salgo yo –o quiero salir- me toca pedirle a otra persona que las tome, porque mis brazos no son lo suficientemente largos para retratar bien en los selfis. Ríanse, pero en esta vida se necesita talento hasta para eso. Tengo una amiga a quien le digo de broma Inspector Gadget, porque sus selfis siempre salen de revista. Siempre le pregunto si sus brazos son expandibles, retraíbles o qué, porque además logra el ángulo perfecto en cada una que se toma, jeje…
La cosa es que hay que tener cuidado con esa pedidera de fotos para no abrumar a la gente que te rodea. Hay una delgada línea entre “Porfa, tómame una foto”, y 72 fotos más tarde, “en serio, ¡esta es la última! Déjame meter la barriga, taparme un poco más la cadera y probar otra pose”. (Para aclarar, la que hace esa barbaridad no soy yo… casi nunca).
Por eso es lo máximo cuando te empatas con alguien que es igual o peor que tú en este departamento. Como ahora que me iba de viaje, mi sobrina, que es fotógrafa profesional, me preguntó: “Sari, entonces, ¿vas a llevar un selfie stick?”, y le contesté “¡No! Llevo algo mucho mejor: a mi hermana”, porque nada supera a alguien que se preocupa por salir en las fotos bien, igual o más que tú.
A veces me toman una foto y no me gusta. Me la repiten y me sigue pareciendo fatal. Podemos quedar en eso hasta aturdir el celular, y de pronto ¡chas! sale una foto bien, y la verdad es que no me lo explico. Es el mismo lugar, la misma ropa, el mismo maquillaje, ¡ey!, la misma persona (yo), y hasta la misma alma compasiva tratando de captar el momento, pero una foto sale como para ponerle delete automático, sin pasar siquiera por la carpeta donde quedan almacenadas en tu celular por 30 días en un periodo de gracia, y la otra está, si no para enmarcar, al menos digna para compartir en tus redes sociales.
¿Y saben qué he descubierto? Que todo está en la iluminación. Si estás en contraluz, vas a salir oscura. Si tienes el sol arriba, saldrás con sombras en tu cara. Si hay demasiada luz, la foto va a salir lavada. Pero si tienes la cantidad de luz exacta, en el ángulo correcto, vas a conseguir la imagen perfecta.
Lo que me hace pensar que todo el esfuerzo y la energía que invertimos para percibir algo que nos parezca agradable a nuestros ojos, puede ser minimizada, con mejores resultados, si solo aprendemos a iluminar las cosas de la forma correcta.
¡Yo y mis analogías de la vida!