Esos pequeños placeres…

Todos tenemos esas pequeñas cositas que nos alegran el día. Y si tenemos suerte, incluso la semana.
Mi pequeño ritual es empezar el día con un café Nescafé de la máquina (moka sin azúcar, aunque también pudiera ser un latte). No importa si bajo de mi casa a las 9:00 a.m. o a la 1:00 de la tarde; si no paro en la farmacia Metro por esas 8 onzas de placer en un vasito, mi día no está completo. Y si la máquina está dañada, ¡qué contrariedad! Me toca ir a otra parte. La época en que estaban racionando el agua, la gente normal se lamentaba que no había agua para bañarse ni para lavar la ropa. ¡Yo no! Mi consternación era que las máquinas de Nescafé no estaban operando.

Muchas personas pasan sus vidas buscando emociones fuertes, momentos de revelación. Cosas trascendentales, o por lo menos, que les muevan el piso. Yo prefiero los placeres pequeños.

La vida tiene muchos retos, frustraciones. Situaciones difíciles. Gente que nos hiere, nos lastima. Y encima, los ineptos que no saben manejar, y te tiran el carro por estar chateando al volante.

Esos pequeños placeres son las cosas que equilibran todos esos malestares, mantienen nuestra cordura, y claro, hacen la vida más sabrosa. Desafortunadamente, muchas veces pasamos por la vida distraídos, y enfocados en lo negativo, y no pausamos para apreciar esas chispas de complacencia, que si abrimos bien los ojos, están en todas partes.

Como cuando vas manejando, y cambias incesantemente las emisoras de radio, pero no hay nada bueno. De pronto, sale una canción que amabas y hace años no escuchabas; una de esas que te dan ganas de bajar las ventanas del carro aunque te despeluques, y cantar a todo pulmón.

Ponerte un cuadrito de chocolate en la boca, y saborearlo mientras se derrite lentamente en tu boca.

Escuchar el «ding» de tu Whatsapp, y encontrar un mensaje de alguien especial, de quien hace tiempo no escuchabas.

Terminar el día en una tina sabrosa, llena de burbujas, y darte el gusto de remojarte hasta que te aburras (puntos extras si nadie viene a tocarte la puerta).

Darle un beso a tus hijos mientras duermen, leerte un buen libro, ponerte al día con tus amigas, ayudar a un extraño, salir de compras con tu mamá… Hay tantas cosas, pero como parecen tan triviales, nuestro radar interno difícilmente las detecta. Y eso es una lástima, en verdad.

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