‘Fashion roadkill’

Es increíble como algunas cosas que vemos se aparecen en nuestras vidas muchos años después para venir a espantarnos.

Hace unas semanas me llamaron para preguntarme si me gustaría participar en un desfile de modas benéfico. Antes de responder pregunté: ¿Están seguras de que me quieren a mí sobre una pasarela? Como la respuesta fue afirmativa, por un momento se me olvidó que suelo padecer de terror escénico y dije “Dale pues; ¡me apunto!”. Me parecía algo diferente, una experiencia divertida y para una buena causa.

La cosa es que a medida que fueron pasando los días me fue entrando ansiedad. Y ¡bum!, de pronto apareció en mi cabeza un episodio de la serie Sex and the city del año 2004, cuando Carrie Bradshaw se tropezó en una pasarela también benéfica e hizo el ridículo frente a toda la alta sociedad
neoyorquina. Su amigo Stanford Blatch dijo “OMG, she is fashion roadkill”. “Roadkill” son los animalitos que quedan atropellados y desparramados en las carreteras. Yo definitivamente no quería ser un roadkill.

Tanta era mi ansiedad, que el día del desfile amanecí casi con taquicardia. Me preguntaba dos cosas: para qué me meto a decir que sí a cosas para las que no tengo aptitud; y dos, cómo podía zafarme de este compromiso sin quedar mal ni parecer una acomplejada.

Mi sobrina estaba encinta y ya llevaba unos días que se había pasado de su fecha. Tenía mis dedos cruzados y mandaba plegarias al cielo para que entrara en labor ese día. Mi sobrina es como mi hija. De seguro si me excusaba porque tenía que ir al hospital a acompañarla, nadie me iba a mirar feo. Pero qué va. Dio a luz al día siguiente.

Le conté a un amigo mi dilema y su consejo fue: “Sé como Nike. Just do it”. Ok, gracias…

Así que bueno, fui al evento como quien marcha hacia la guillotina.

Pero cuando llegas y ves la ropa, sientes el ambiente y escuchas la música, te va entrando la emoción. Además, antes del mío también había un desfile de ropa infantil, y cuando vi niñas de cinco años deslizándose sobre la tarima como si nacieron para hacer eso, me dije “Si estas pelaítas pueden, Sarita, más te vale que tú también”. No importa que las niñas anden en zapatos de lacitos y yo en plataformas de seis pulgadas de alto.

Había mujeres de todas las edades en el desfile. Si es posible, algunas estaban hasta más nerviosas que yo. Pero todas nos subimos, modelamos y nos divertimos.

Al final la pasé muy bien. Tan bien que quedé preguntando: “¿Y cuándo es la próxima?”.

La verdad es que no hay como la sensación de enfrentar y superar tus miedos.

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