«Ichi-No-Atama»

Coimagemo he contado anteriormente, nací en Japón y salí de ahí cuando era muy pequeña. De esos primeros años de mi vida solo recuerdo dos cosas:

1) Que mi cuarto tenía unas calcomanías de Blancanieves pegadas en las paredes.
2) Que la maestra del St. Michael´s, la escuelita donde yo iba, me decía «Ichi-no-atama».

Para los que no entienden japonés, eso significa «Cabeza de piedra», que era su forma delicada de decir que yo era una niña muy, muy terca, demasiado terca, incluso para tener tan solo 3 años de edad.

Ella lo habrá llamado terquedad, ¡pero yo lo llamo perseverancia! Terquedad suena a defecto; perseverancia es una cualidad. (¿Ven? Hay que saber enfocar las cosas de forma positiva…).

Es asombroso cómo nuestras fallas y atributos se perfilan en nuestro ser, casi desde la cuna. Y digo eso porque la realidad es que, al día de hoy, soy terca/perseverante. Me gusta: a) Tener la razón, b) Ganar, c) Salirme con la mía, o d) Todas las anteriores.

Eso a veces es un problema, porque obviamente, no siempre tengo la razón, y es un poco embarazoso insistir en eso, para luego tener que retractarme.

En cuanto a ganar, en la vida a veces se gana, a veces se pierde. Ni modo.

También da una sensación terrible empecinarte con algo, y al final tener que resignarte de mala gana, a que las cosas simplemente no se van a dar como tú quisieras. ¡Ouch!

Pero eso es lo bueno de ser perseverante. Que pase lo que pase, vas a plasmar una sonrisa en tu cara, y siempre echar para adelante.

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