el café con teclas
La lavadora
A menudo escucho a la gente quejándose de que la cosa está dura, que no hay plata y que no hay trabajo. Pero cuando requiero personal confiable para ejecutar oficios varios termino rascándome la cabeza porque nadie quiere hacerlos.
Para citar un ejemplo, menciono el día en que se dañó mi lavadora. ¡Qué calamidad! No por ver las pilas de ropa sucia, toallas y sábanas que se amontonan con rapidez en una casa numerosa como la mía, sino porque conseguir a una persona confiable, capaz y responsable para reparar cosas es una hazaña de proporciones mayores, que pone a prueba tu paciencia, tolerancia y autocontrol para no estrangular a nadie.
Eso fue un domingo en la mañana y llamé a un plomero que me recomendaron. Le pregunté que cuándo podía pasar por mi casa y me dijo que al mediodía. ¿El mediodía de cuándo?, le pregunté incrédula, porque me costaba creer la buena suerte de haber conseguido un plomero que trabajara domingos. En efecto, me dijo que pasaría ese mismo día. ¡Gloria a Dios! Pero se hicieron las 3:00 de la tarde y nada. Lo llamé y me dijo que no se dio cuenta de la hora que era, que se enredó, que estaba lejos, y que bueno, mejor venía al día siguiente. Ni modo. Le dije que OK, pero que por favor viniera en la mañana. “A primera hora, señora. ¡No se preocupe!”, contestó raudo y veloz.
Pues a la mañana siguiente lo llamé para re-reconfirmar (ya eran las 10:00 a.m. y eso difícilmente califica como “primera hora”, incluso para alguien a quien le cuesta madrugar, como yo). “Sí, sí, voy para allá”, me dijo. “¿A qué hora”, insistí. “Llego como a las 5:00”. ¿Se dan cuenta de que para eso aún faltaban siete horas? ¡En ese tiempo uno puede llegar en bus a Chiriquí! Ya yo estaba comenzando a impacientarme; las tuercas dentro de mi cabeza estaban recalentándose en verdad, pero respiré con resignación y me mordí la lengua, no vaya a ser que me dejara plantada. Pero para hacer el cuento corto, se hizo de noche, el plomero brillaba por su ausencia, y encima de todo, el gran colmo, ¡ya ni siquiera me contestaba las llamadas! Y me dejó en visto en Whatsapp. Grrr…
Tampoco soy yo la de la mala suerte, porque al pedir ayuda en mi chat de amigas, de 12 personas, ni una sola se atrevió a referirme a alguien. Incumplido, mentiroso y fatal fueron algunos de los adjetivos que usaron para describir al personal con el que han trabajado. Ojalá estos fueran casos aislados, pero es así la mayoría de las veces. Seguro debe haber gente responsable y trabajadora, pero no los tengo en mi base de datos. Si alguno de ustedes conoce a alguien, por favor, pásenme los contactos, porque tengo una puerta caída y unas gavetas sueltas desde el año pasado, y todavía ando correteando ebanistas. Ah, pero sí tengo un buen pintor. Quien necesite uno, le paso el dato.
BUENISISIISMO SARITA!!!!! ME ENCANTO
🙂