La reseña en Open Table

NUNCA NADIE TIENE TODA LA RAZÓN.

Contrario a lo que dice mi hijo Cosa 4, no soy peleona. Solo tengo un sentido muy preciso de la justicia. Cuando veo algo que no me parece, pudiera quedarme callada (y ahorrarme algunos dolores de cabeza), pero qué les digo: no puedo.

Como consumidora, toda la vida me suscribí al adagio que dice “el cliente siempre tiene la razón”, pero ahora que tengo mi propio negocio, me percato de que algunos clientes no solo están equivocados, sino que son unos malcriados.

Ventilo esta ligera frustración porque, en estos tiempos, las redes sociales se han convertido en instrumentos de desquite. Ya lo hemos hablado antes: los adultos hacen sus pataletas en el celular.

El otro día entré a la plataforma de Open Table, para revisar las reservas de El Café con Teclas y me encontré con las reseñas. O más bien, con una en particular. Se las transcribo literalmente:

“Bueno, antes que nada, hice una reserva para el domingo a las 14:30. 8 personas. 

Cuando llegamos no había mesa, y nadie sabía que yo también podía entrar al local con Lorenzo (mi perro), y estuvimos esperando al menos 20 minutos.

Más tarde, el dueño me dijo que podíamos quedarnos adentro con el perro pero además, antes de irnos, una de las camareras se me acercó y me dijo: «Lo siento pero ahora tendrás que salir afuera porque aquí no se permiten perros». Además de esto, el momento del servicio fue terrible. Qué pena para un lugar bonito».

Antes de dar mi versión de los hechos, aclaro que todas las reseñas son importantes para mí, pero incluso le presto más atención a aquellas que son desfavorables, porque son las que necesito saber para poder mejorar. Y sí, nos han llegado algunas de esas: el día que el extractor se averió, la vez que el café estuvo tibio, y las primeras semanas, cuando el servicio aún estaba un poco lento. Mi problema es con las reseñas mal intencionadas, como la de la persona en cuestión.

En efecto, tenía una reserva para ocho personas. Llegaron 14. Acomodar a un grupo tan grande, que llega de imprevisto, en un local pequeño, particularmente un domingo, es como hacer sudoku y toma su tiempo. Fueron máximo 10 minutos (no 20).

Sobre su perro, yo misma la atendí cuando nos escribió para hacer su reserva y preguntó si podíamos recibirlo adentro (a pesar de que solo nuestra terraza es pet-friendly), ya que a su mamá, una señora mayor, le da calor. Le dije que con gusto, pues me aseguró que su perro está viejito, es tranquilo y bien portado. Pues el perrito resultó ser un perrote que ladró viciosamente en varias ocasiones, asustando al resto de los comensales, y casi muerde al barista.

Solo luego de eso, se le pidió que lo sacara a la terraza, lo cual fue motivo de indignación. Me imagino que fue en ese momento que pensó: “¡Espérate que llegue a mi casa y escriba mi reseña en Open Table!”.

Lo más cómico es que se queja del servicio, pero cuando me acerqué a tomarle el pedido, pidió un vaso de agua.

Me quedo pensando que todos los negocios deberían ser como Uber, en que los usuarios también son calificados, y no solo los conductores.

El día en que decidí abrir una cafetería, asumí conmigo misma el compromiso de que fuera un lugar especial. Como tal, hacemos lo posible para proveer a quienes nos visiten con un espacio agradable, comida deliciosa y una atención impecable. Lamentablemente, algunos clientes nos dificultan esta misión. A pesar de eso, le respondí que bienvenida siempre.

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