La suerte hay que buscarla

Hay quienes ya se saben esta historia, pero esta época del año es buena para compartirla con los que no. Y empiezo diciendo que mi experiencia ganando cosas en rifas, tómbolas y sorteos es fatal.

Una vez me gané un abrelatas eléctrico. Creo que no tengo que elaborar en la falta de emoción de ganarse eso. Otro día me gané un cuadro. Pero había comprado el boleto con mi hermana, así que técnicamente ganamos las dos, y el cara y sello posterior que efectuamos para ver quién se lo quedaba, le dio la victoria a ella. Como ven, ¡hasta ganando pierdo!

Y por último, está la vez que fui a un Chinese Auction, en que compras una libretita con tiquetes y escoges en cuál de múltiples rifas los quieres colocar. Ese día metí un tiquete en la rifa de un collar de perlas espectacular, y otro en un reloj deportivo de esos que cuentan las calorías (no es que hago mucho ejercicio ni que me interesa contar calorías, pero el tiquete que me sobraba solo me alcanzaba para eso). Imaginen mi emoción cuando horas después me llamaron para decirme que gané. Lo primero que pensé fue “¡Ojalá no me haya ganado el reloj!”, porque obviamente quería el collar. Pregunté “¿Me gané el reloj?”, y mi corazón dio un brinco cuando me contestaron que no. “¿Qué, me gané el collar?”, exclamé emocionada, pero me dijeron que tampoco. Entonces qué fue lo que me gané, si esas eran las dos únicas cosas en las que había participado. Ahí me informaron que me gané el premio de entrada… ¡Una cafetera! Bah…

¡Odio gastar mi suerte de esa manera! Me da rabia, porque soy de la opinión que cada persona tiene un monto de suerte predeterminado, ¡y yo no me quiero gastar la mía en premios zonzos!

La razón por la que les cuento esto es que cada año, cuando se aproxima diciembre, me digo que este es el año en que me voy a ganar algo, lo que sea, en la tómbola de Félix. No me importa ganarme el último premio; ¡bienvenido sea! Pero año tras año, nada. Un día del año pasado, como en junio, estaba haciendo limpieza en la tablilla de mi clóset, en esa donde se van acumulando todos los recibos, papeles y chécheres que uno va sacando de la cartera, ¡y sorpresa! Aparecieron todos los tiquetes del año anterior, sin llenar, que obviamente no llegaron a ver el interior de las urnas y se quedaron sin participar.

Así claro que no iba a ganar. Pero esto sirve como una metáfora apropiada para la vida. ¿Tienes un trabajo que odias? ¿Estás estudiando una carrera que no te apasiona? ¿Te sientes infeliz en tu relación? En la vida real, a veces debemos rifárnosla y meter todos los tiquetes en la tómbola maestra. Sí, es cierto que tenemos más que perder que en la rifa de un almacén, pero si ganamos, será en grande. Y a veces ese es un riesgo que vale la pena tomar.

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