Let’s go Barbie

MI OPINIÓN SOBRE LA MUÑECA QUE NO TUVE.

Mi mamá no fue la primera, pero tampoco será la última en extenderme esta invitación.

«¿Quieres ir al cine mañana a ver Barbie?», me preguntó hace unos días.

«Nah, not really«, le respondí.

No debió preguntarme por qué, pero ya que lo hizo, les cuento.

Jamás tuve una Barbie. Nunca. Never.

Tal vez no fui lo suficientemente persuasiva, pero recuerdo bien haberle pedido a mi mamá que me comprara una.

Cuando finalmente llegó la cajita soñada, la abrí con dedos temblorosos. Pero apenas vi el contenido, mi emoción palpable se transformó en un WTF.

“Esto no es una Barbie. ¡Las Barbies son fulas y esta es pelinegra!”, reclamé, si no en voz alta, al menos dentro de mi cabeza.

En efecto, no era una Barbie. Era una de sus amigas. Es como que pidas un steak y te sirvan bistec picado. Ambos son comida, pero no saben igual.

Mientras, mis amigas tenían Barbie, su carro, su casa, creo que hasta el perro y el novio. Y yo, marginal, con la amiga pelinegra… 

En fin, esa es la historia y por eso no tengo ningún vínculo emocional ni me despierta nostalgia ver la película.

He leído varias opiniones y escuchado distintos comentarios sobre la misma, pero como no la he visto, no tengo algo concreto para aportar.

Lo que sí puedo, es refutar una crítica que a lo largo de los años ha recibido Mattel, y me refiero a la acusación de promover estereotipos irreales de belleza.

Es verdad: las medidas perfectas de Barbie (y su amiga pelinegra) son prácticamente inasequibles, pero me meto en la mente de la niña que en algún momento fui, con cabello rebelde, alma tímida y rollitos de grasa, y debo decir que jamás aspiré a ser una de ellas.

Lo que sí soñaba, era convertirme algún día en una mujer como ellas: atractiva, preparada, popular y capaz. Hay una diferencia entre querer ser alguien que no eres, y usar esas personas (o en este caso muñecas), como inspiración o de referencia.

Los juguetes son una forma maravillosa de ponerle alas a la imaginación. A través de las muñecas que sí tuve, pude disfrutar miles de escenarios y expandirme fuera de mi realidad. Creo que por eso quería una muñeca rubia, y no una pelinegra como yo.

La Barbie no me da nostalgia, pero sí añoro esas épocas sencillas, donde una muñeca era eso: solo una muñeca.

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