el café con teclas
Libro mío, ¿dónde estás?
En la escuela fui buena alumna. No excelente tipo medalla, pero por lo menos mención de honor. En muchas familias eso se puede considerar un enorme mérito, pero en la mía no. Cuando estás rodeada de hermanos que se están peleando el primer lugar en sus respectivos salones, y llegas tú con tu pinche mención, qué les digo… eres la oveja negra.
Yo era aplicada, pero el problema eran las materias que involucraban números, fórmulas y Baldor. Lo mío eran las letras y me encantaba leer. En las vacaciones mi mamá nos compraba los útiles con tiempo, y llegado el primer día de clases yo ya me había leído todo. Cuando la maestra mandaba a leer Mujercitas, yo iba acabando Hombrecitos. Eso me hacía quedar como tremenda tragalibros frente al resto del salón, pero no me importaba. En secundaria la cosa cambió por culpa de ese poco de libros aburridos que mandaban a leer. Nada que tuviera que ver con Shakespeare ni que estuviera escrito en prosa, como el Poema de Mío Cid, despertaban mi interés. Solo recuerdo el nombre y ya me pongo a bostezar.
Mi sueño era tener una biblioteca en la casa, esas revestidas de madera con libros de piso a techo y escaleras rodantes. Pero me conformé con vaciar un clóset y trasladar a sus tablillas todos los libros que encontré en mi casa e ir ampliando mi colección con todos aquellos que fui adquiriendo a lo largo de los años.
En conclusión, amo mis libros y odio prestarlos, pero como no soy mezquina, cuando me los piden usualmente sucumbo. ¡Y no los vuelvo a ver! Y es algo que no entiendo, porque prestar y regalar no es lo mismo. Por lo tanto, deberían leerlo y retornarlo a su legítimo dueño (o sea, yo). Lo peor del caso es que la mayor parte del tiempo no me acuerdo ni a quién se los di, así que meses o hasta años más tarde, cuando los busco no los encuentro y tampoco tengo idea de por dónde están.
Me acordé de esto ahora porque hace seis meses hice la dieta de un libro que me leí. Los resultados fueron tan buenos que había lista de espera de gente que lo quería leer. Se lo presté a una amiga, luego a otra y otra, y después de eso le perdí el rastro. Desapareció en un triángulo de las Bermudas literario.
Así que aprovecho este medio para pedir públicamente que quien lo tenga me lo devuelva, que lo necesito. Gracias.