el café con teclas
Más que sacar banderitas, hagamos patria
Cuando empieza noviembre ya la ciudad lleva días vestida de patria. Nuestro tricolor adorna calles, casas y comercios. Los estudiantes se preparan para los desfiles, muchos se alistan para el éxodo al interior y se siente una efervescencia en el aire.
Me parece tan bonito, que me entibia el alma. Ojalá este sentimiento pudiera estirarse como un chicle a lo largo de todo el año. Y se me ocurre que sí, podemos y debemos hacerlo, pero no solo con estas muestras de fervor patriótico que, llegado diciembre, todos reemplazamos por el trajín de fin de año.
La patria es algo que debemos construir todos los días, con acciones, y no solo canciones y colores.
Hagamos patria, apoyando a los profesores de nuestros hijos en sus escuelas. Ellos nos ayudan a educarlos, y si nuestros hijos son reprendidos por alguna falta, no menoscabemos la autoridad de los maestros, excusando ni alcahueteando a sus alumnos. Que nuestros jóvenes sepan que es importante respetar la autoridad, ahora y siempre.
Si tienes hijos pequeños, haz patria enseñándoles a decir por favor y a dar las gracias. Siembra en ellos el sentido de humildad y el valor de la gratitud. Y no solo a pedir por ellos, pero que se acostumbren a estar pendientes de los demás.
Hagamos patria destinando el mismo tiempo que empleamos a criticar las cosas que nos indignan y molestan, a alabar las cosas buenas que nos rodean. Las hay, muchas, aunque no son tan obvias ni notorias. Denuncia lo malo, pero aplaude lo bueno con la misma vehemencia.
Practica la cortesía vial. Suena insignificante, pero la agresión en la calle agota la paciencia y pone a la gente de mal humor. Las personas llegan a casa enojadas y se desquitan luego con quienes les rodean. Así se perpetúa un ciclo de rabia y negatividad. Frena -no aceleres- cuando la luz se ponga amarilla, no obstaculices el paso a quien tenga derecho de vía, respeta los cruces peatonales, y trata de ceder el paso más a menudo. Todos pasamos horas en el tranque; estamos juntos en esto.
Compra cosas en el semáforo, aunque no las necesites. Apoya a alguien que se gana la vida con humildad y esfuerzo. Y si no sabes qué, puede ser un aguacate, un refresco o tu banderita.