Pssst. Acá las medicinas no son caras.

Digamos las cosas como son.

Pulparindo de México. Una matrioska rusa. Un amuleto contra el mal de ojo del bazar en Turquía y hasta tierra santa de Israel. De mis vueltas por el mundo, estas son algunas de las cosas que me han encargado. 

Cuando los demás se enteran de que te vas de viaje, es usual que te pidan que les traigas un suvenir, un objeto exótico, especial, algo auténtico de tu destino, algo que no encuentras en Panamá.

Mi viaje más reciente fue a España, ¿pero qué les parece? Nadie me pidió una pluma o artesanía; ni siquiera un turrón. Lo que sí me pidieron fueron pastillas para el azúcar, la tiroides, presión y depresión.

Pensaba que las medicinas en Panamá son caras, pero qué equivocada estaba. Cuando entré a una farmacia en Madrid, y pregunté por un fármaco que aquí cuesta $90 la caja que alcanza para un mes, descubrí horrorizada que allá vale 5.84 euros. En ese instante me di cuenta de que aquí las medicinas no son costosas. Lo que son es un atraco, una estafa. Una repulsiva manifestación de la más extendida avaricia humana.

Mi cerebro no concibe abusar a un país entero, para enriquecer a unos pocos.

Lo mejor/peor de todo es que, cierto día, hace meses, entré a la farmacia que queda cerca de mi casa, para comprar el medicamento en cuestión. Al pagarlo me dijeron que ese día aplicaba un descuento del 20%. Quedé feliz, sorprendida, igual a cuando te encuentras un billete olvidado en tu bolsillo, pensando, ¡wow, qué suerte! Ilusa… Resulta ser que, aunque rebajen el precio de las medicinas a la mitad, sigue siendo un negocio jugoso.

¿Ustedes están entendiendo que, por lo que pagas por un mes en Panamá, te alcanza para cubrir un año de tratamiento en España, y todavía te dan vuelto?

Aunque me duele y me molesta, puedo pagar los $90 para tener acceso al medicamento. Pero, ¿qué se supone que debe hacer el gran porcentaje de nuestra población que no tiene los recursos? Las necesidades se han vuelto lujos que la mayoría no puede costear.

Las últimas semanas han sido de indignación, hartera, un rechazo colectivo. El descontento que había estado calentándose a fuego bajo por tanto tiempo, finalmente llegó al punto de ebullición. Hay montones de motivos para estar enojados. Las medicinas son solo una.

Suscríbete

¡Recibirás mis artículos en tu correo electrónico!

¡No enviamos spam! Lee nuestra política de privacidad para más información.

Comparte más

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *