el café con teclas
Regañar con criterio
Estábamos en la mesa y se formó el debate.
La maestra del hijo de la hermana de una amiga perdió los cabales dentro del salón de clases y reprendió al niño de una forma poco ortodoxa, alzándole la voz y faltándole al respeto.
Al escuchar la historia, las opiniones estaban divididas: hay quienes decían que cómo puede una maestra comportarse de esa manera, que merecía ser despedida por dar tan mal ejemplo a sus estudiantes. Otros la defendían diciendo que de seguro el niño era terrible, tan terrible y mal portado que de seguro logró que la maestra perdiera los estribos.
Dentro de todos los argumentos, estaban las voces que alegaban que, como sea, hay que apoyar a los profesores y darles la razón para que no pierdan autoridad frente al estudiantado. Otros sostenían que hay que velar antes que nada por la integridad de los niños, y que hay que enseñarles que no es aceptable que ninguna persona les falte al respeto o los maltrate.
Yo me quedé escuchando, y aunque no conozco a los involucrados, la escuela, ni las circunstancias, di mi humilde opinión: estoy del lado de quien esté en lo correcto. No voy a defender a nadie solo porque sea un maestro, ni tampoco porque sea mi hijo. Soy de la idea de que las cosas buenas deben ser aplaudidas y las malas reprendidas, sin importar de quién se trate.
Me ha pasado con mis propios hijos. Una vez uno llegó enojado del colegio porque lo habían castigado por llegar tarde al salón. “¡No es justo!”, decía. Puede ser que no sea justo, pero el reglamento escolar estipula la importancia de la puntualidad y de ser responsables, por lo tanto, yo como mamá debía ponerme del lado de la escuela, porque al final, es en beneficio de mi hijo. Esperaba que este incidente le sirviera de lección para que llegara a tiempo la próxima vez. Y si no, que supiera que hay consecuencias. Se puso bravo conmigo también por no defenderlo, pero ni modo.
Pero en otra ocasión otro de mis hijos llegó con un cuestionario de 25 preguntas que le mandaron de castigo por “curioso”. Como madre, no me parece que la curiosidad sea una cualidad que deba ser suprimida, y mucho menos sancionada, a menos que esté mal dirigida, pero mi hijo me contó lo sucedido, la maestra me lo confirmó, y francamente pienso que ella es la que estaba equivocada.
En ese caso abogué por él. No porque sean niños son los equivocados, ni son los maestros los que siempre tienen la razón. Cuando ocurren cosas así, lo importante es escuchar y resolver.
¿Qué opinan?
Sarita estoy 200% de acuerdo contigo, abogo por el que tenga la razón, y mejor planteado se daña, hay que ponderar lo bueno y condenar lo malo.El problema es que a veces las personas se dejan o nos dejamos para no quedarme por fuera del todo, opacar por el amor o el cariño, o para no hacer sentir mal a alguien, sin medir justamente que hay cosas que tienen consecuencias.
Gracias por tus artículos que siempre me encantan.