Tipos de viajeros

Falta poco para que el avión despegue. Estoy sentada en la 10-F y estoy de mal humor. A mi izquierda hay una mujer felizmente arreglándose las uñas de sus manos con una lima de metal, de esas que te crispan las orejas, la piel y los huesos. ¿Dónde quedó la etiqueta?

Me cuentan que hubo una época en que las personas se ponían sus mejores galas para viajar. Eso fue en los años dorados de la aviación comercial. No como ahora que ves gente en chancletas y pantalones que parecen pijamas transitando por los aeropuertos. Hace unas semanas me invitaron a una gira de medios en Estados Unidos. El día que iba a regresar a Panamá, mientras estaba en la fila de control de seguridad, me di de cuenta que la chica que iba enfrente mío tenía caca de pájaro en el hombro de su camisa. No solo eso, cuando pasé el control, en ese que solo falta que muestres tu ropa interior porque hasta las monedas en mi billetera me manosearon, y me agaché para amarrarme los cordones de mis zapatillas, le vi las pecuecas a un señor que me recordó al Capitán Cavernícola. Por lo más sagrado que no estoy inventando. Si la gente no quiere esmerarse en su aseo personal, lo respeto. Pero que al menos usen medias, ¡porque no es justo que el resto de la humanidad tenga que pisar el mismo piso que pisa este señor descalzo!

Pero me desvié un poco del tema. Quiero analizar algunos personajes que vemos en los aviones, como estos:

El desesperado: ¿cuánto falta?, ¿cuándo llegamos? Su zapateo incontrolado en el piso enerva. Cuando aterriza el avión, no ha ni llegado a la puerta y este sujeto ya está de pie, sacando su maleta del compartimiento superior sin importar a quién le saque un chichón en la cabeza, y casi que pasándole su carry-on encima de los deditos de quien se cruce en su camino.

El acaparador: abusa del apoyabrazos. Invade tu espacio personal, que en la cabina de los aviones ya es minúscula para comenzar. Pero no hay que dejarse. Pon tu codo y ve empujando al otro. No te dejes intimidar.

La desubicada: esto es un avión, no un salón de belleza. Deja de limarte las uñas, ¡que el sonido me está trastornando!

La comodina: se pone tan cómoda, que parece que está en la sala de su casa. Se quita los zapatos (¡a veces sin medias!), estira sus piernas, puede que canta con sus audífonos puestos, y se pone a hablar por teléfono, resolviendo todos sus asuntos antes de despegar. Que baje la voz, por lo menos, que no es asunto de los demás saber que los niños se quedaron en la casa de su mamá.

Bebecín: duerme plácidamente, se acomoda sabroso y sucumbe a un sueño taaan profundo, que cuando te das cuenta, tiene su cabeza apoyada sobre tus hombros. Quisieras molestarte, pero en el fondo te parece enternecedor y te da un poco de envidia la capacidad de desconectarse que tienen algunas personas. A menos que empiece a roncar.

Supongo que estos perfiles pueden extrapolarse a los demás medios de transporte. Así que podemos decir que toparse con algunos de ellos es una experiencia universal.

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