el café con teclas
Un viaje ‘interespecial’
En esta galaxia, pero en una época muy, muy lejana, una vez me llevaron al cine a ver una película: Star Wars. Si mal no recuerdo, me pareció OK, por lo que no entiendo cómo ahora, casi 40 años más tarde, la gente todavía está hablando de eso y hay una enorme expectativa por el próximo estreno del nuevo capítulo de esta saga intergaláctica. Es que no puedo entrar a Instagram sin ver infinidad de cuentas regresivas de personas contando los minutos, horas y días hasta este apoteósico evento, que se llevará a cabo, si la Fuerza lo permite, el 18 de diciembre.
Me da la impresión de que hay gente que no puede dormir de la emoción, compró sus boletos para la premiere hace más de un mes, y yo aquí no asimilo cuál es la bulla, la conmoción y la impaciencia. Tampoco entiendo el peinado que usaba la princesa Leia, con esas roscas que parecían audífonos gigantes en su cabeza, pero bueno.
Cuando vi la película la primera vez, circa 1978, yo no había ni cumplido 4 años, por lo que no recuerdo mucho. Además del infame peinado, me viene a la mente Chewbacca, que me parecía adorable; la espeluznante respiración de Darth Vader, y la única parte de la que me acuerdo, dentro del basurero de la Estrella de la Muerte, es que las paredes iban a aplastar a Luke Skywalker y compañía. Las aguas residuales me dieron tanto asco, que por el resto de la película me quedé con la duda de cómo se habrán lavado, y por eso debe ser que esa es la única escena que sobresale en mi memoria.
Así que anoche compré la película en Apple TV, llené una taza de helado y emprendí un viaje al pasado, como diría Han Solo, “en menos de 12 parsecs”, para refrescar la mente y ver si resuelvo el misterio de qué tiene esta saga de especial y por qué están los birriosos tan alborotados.
Dos horas más tarde seguía sin entender. Admito que cuando empezó la película, con el tema musical y las letras de “en una galaxia muy, muy lejana”, me emocioné y se despertó en mí algo de nostalgia, pues me acordé de que mi hermano coleccionaba todos los muñecos dentro de un enorme R2D2 de plástico y tarareaba La Marcha Imperial cuando entraba a mi cuarto a molestarme o a pegarme por haber tocado sus muñecos sin permiso.
Pero 10 minutos después ya estaba lista para apagar la tele, lo cual no hice porque la película no fue gratis. Por tanto, iba a verla hasta el final (además de que tenía que hacer research para esta columna).
Admito que estuvo entretenido, pero igual no tenía más nada que hacer. Algo que me sorprendió fue ver que la princesa Leia, quien por tantos años me cayó mal, resulta ser que es una heroína ¡y sí que sabe disparar! (lo cual me llamó la atención tratándose de una película del milenio pasado). ¡Ahora la veo con otros ojos! Aunque sigo perpleja por su peinado.