¿Y qué tiene de malo llorar?

No sé por qué hay personas que ocultan sus lágrimas. Las esconden, no sé si por pena o por orgullo.

Yo no. Yo me acostumbré de chiquita a llorar donde sea y como sea. Eso se debe por una parte a que soy una persona muy sentimental, y por la otra a que tuve una infancia cargada de emociones fuertes, como cuando los amigos de mi hermano mayor venían a jugar a la casa y me correteaban por la sala para quitarme mis saladitos. O el día en que uno de esos forajidos me torció el brazo y me lo subió hasta la cabeza. O cuando mi hermano menor les reveló a todos los niños en el bus de la escuela de quién gustaba yo. O cuando veía Candy Candy, en especial el capítulo en el que se murió Anthony. Todas esas situaciones desencadenaban torrentes de lágrimas.

Otro día recuerdo estar llorando porque quería que me compraran un juguete en El Castillo de Perejil. Mi tía me dijo que dejara la rabieta o me iba a apodar Sarita Ríos. Por supuesto que en el momento eso me hizo llorar más alto, pero después me dije que tal vez ella tenía razón y no podía ser tan llorona.

La realidad del asunto es que no es bonito andar berreando por ahí por cosas zonzas, pero cuando la situación lo amerita y tienes el nudo amargo atorado en la garganta, ¡qué rico se siente abrir las compuertas y ponerse a llorar!

Pero no todo el mundo piensa igual. Hay algunos reprimidos que no van a llorar ni aunque las lágrimas retenidas fueran tóxicas, y tienen problemas incluso con que los demás lloren frente a ellos. Una vez fui a dar un pésame, y escuché a una persona tratando de consolar a uno de los deudos diciéndole al final “¡No llores!”. O sea, si uno no va a llorar cuando se le murió alguien, ¿entonces cuándo?

Como les decía, yo antes lloraba por todo, hasta viendo las noticias. Ahora me cuesta, porque con el tiempo las experiencias que te regala la vida se encargan de fortalecerte y hacerte más discernidor de con qué o quienes dispensamos nuestras lágrimas. Así pues, no las vas a malgastar en cualquier cosa o persona, aunque yo sigo llorando en el cine y cuando escucho música triste.

¿Saben? Lo hermoso de ser humanos es que tenemos la posibilidad de sentir. Estamos en este mundo para vivir, y qué es la vida si no una secuencia de sentimientos que experimentamos, algunos buenos, otros malos, a lo largo de un período de tiempo. Tristeza, emoción, dolor, enojo, amargura y felicidad. Sí, por supuesto, también la felicidad. Porque así como llorar de tristeza desahoga, no hay nada mejor que llorar de la risa.

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3 comentarios

  1. Excelente artículo. Yo en lo particular soy una mujer muy fuerte de carácter pero saco mis energías llorando cuando me siento frustrada, soy súper sentimental y me solidarizo rápido con causas que te mueven. Mi mama siempre ha sido mi paño de lágrimas cuando lloró por rabias, por frustraciones y peleas que ha cada instante tengo con mi hermano menor (yo tengo 38 y el 35),y por supuesto que el no se entera que yo lloro (trabajamos juntos). Pero que rico se siente sacar esa opresión que uno lleva, ese dolor o rabia porque queda uno como balitó y feliz después.

    • Siii, la verdad que llorar es catártico. Es como destapar una olla de presión! Saludos y gracias por escribir 🙂

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