Ese algo que nos llena

Anoche postié en Facebook una foto de Perrito Azul, o más bien de lo que queda de él.

Perrito Azul ha sido el compañero inseparable de mi hijo de 3 años, casi desde que nació. Y aunque lo que queda de su entrañable peluche no es más que un harapo desgarbado, para él es su más valiosa posesión.

Mucha gente no puede creer el estado decrépito del peluchito, y me preguntan con curiosidad genuina, «¿Cuándo se lo vas a botar?», y aunque es una pregunta válida, hoy llegué a esta conclusión:

Todos, sin importar la edad, tenemos nuestra propia versión de un perrito azul. Algo que queremos, amamos, no por lo que es, sino por lo que representa. Algo que nos llena, nos acompaña y nos reconforta. Algo que nos permite no sentirnos tan solos o expuestos en el mundo. Algo a lo que nos aferramos, con fuerza, y que no queremos soltar. Puede ser en muchas formas y expresiones: un vicio, un pasatiempo, una canción, o una persona. Un secreto cuyo recuerdo saboreas sonriente, en silencio. Puede ser la fe, la música, una pasión que nos mueve o hasta algo tan simple como un chocolate. Pueden ser tantas cosas, pero que nos hacen sentir tan bien…

En realidad, todos necesitamos nuestro perrito azul. Y si yo tengo 39 años, y no quiero soltar el mío, ¿quién soy para quitarle a un niño puro e inocente, su maltrecho, pero adorado, perrito azul?

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